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XIV FORO DEL SOCIALISMO MUNDIAL, BEIJIN, CHINA 9-10-SEPTIEMBRE 2024: Los cambios globales de una magnitud nunca visto en un siglo y el papel y la responsabilidad de China

Por Alfredo García Jiménez*

Publicado el 18/09/2024


Buenos días/tardes

Estimados invitados y delegados

 

Primeramente, deseo enviar un saludo en nombre del pueblo y Gobierno cubanos y agradecer la invitación a este importante evento que sin dudas contribuirá a fortalecer los lazos de amistad y cooperación entre Cuba y China.

 

El tema sobre los cambios globales que están ocurriendo en la actualidad cobran una singular importancia. La necesidad de un mundo bipolar que aporte notables contribuciones a la estabilidad y prosperidad mundial se presenta como una misión   de primer orden para garantizar la paz mundial.

 

Desde el fin de la Guerra Fría China ha intentado jugar un papel cada vez más relevante dentro de la política económica mundial. Este nuevo papel de China dentro de la gobernabilidad del mundo, se presenta como un tema de mucho interés en el marco del diálogo global.

Confucio decía que el fin último de una persona ejemplar (por ejemplo, un intelectual o estadista), era el de contribuir a la realización de un estado de perfecto orden en el mundo (estabilidad pacífica y prosperidad económica). En la actualidad China ha acuñado y promovido una nueva idea de política exterior, basada probablemente en la sabiduría confuciana de contribuir a la armonía mundial, tratando de convertirse en un actor mundial responsable, y contribuir a una mayor estabilidad y armonía en el mundo.  

 

El rasgo más importante del actual y previsible sistema geopolítico internacional lo constituye la competencia geoestratégica entre las grandes potencias. El llamado orden liberal mundial, que son las instituciones, alianzas, acuerdos económicos y valores democráticos que conformaron la base del sistema geopolítico mundial posterior a la II Guerra Mundial, está ya amenazado en numerosos frentes.

 

Se está configurando un novedoso escenario geopolítico global en el que aparecen dos grandes polos, cada uno de ellos compuesto por dos centros de poder. Lo podemos denominar como la «bipolaridad dual». El polo transatlántico integrado por Estados Unidos y la Unión Europea, que descansa en el vínculo transatlántico actualmente en un momento de crisis interna; y el polo euroasiático integrado por China y Rusia que está creciendo su influencia de forma notoria, apoyado en la asociación euroasiática.

 

Si consideramos a las dos grandes potencias que hoy tienen más protagonismo geopolítico – Estados Unidos y China – sus gastos de defensa en 2022 constituyeron el 1.6 por ciento de su PIB ($) por parte de China, mientras que los Estados Unidos representa el 3.45 de su PIB– según el Military Balance de 2022 -. Es decir, los EEUU. gastaron 3 veces más en defensa que China. Por otra parte, si observamos el ranking internacional de sus PIB mientras que el de Estados Unidos es 25.44 billones de $ el China, llega a 17.96 billones, de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) de 2022. Es decir, el PIB de China representa el 70.5 por ciento del de los Estados Unidos. Ambos países ocupan el 1º y el 2º lugar mundial en la dimensión de los PIB.

A lo largo de la historia no se encontrarán muchos ejemplos de lo que está ocurriendo actualmente en la geopolítica global cuando un país – Estados Unidos – que durante más de 70 años ha sido el líder indiscutible del sistema internacional de relaciones de poder, diseñando un orden mundial que le beneficiaba, renuncia unilateralmente a su liderazgo mundial sin que ningún otro actor le haya despojado del inmenso poder acumulado.

Y lo que la historia sí nos enseña en estos casos es que, cuando una gran potencia abandona espacios geopolíticos de diferente naturaleza, dichos vacíos de poder son ocupados por otros rivales, que implantan diferentes valores, criterios o reglas geopolíticas, que establecen y condicionan un nuevo sistema de relaciones regionales o internacionales de poder distintas e incluso contrarias de las anteriormente existentes.

Así, los Estados Unidos se han negado a aprobar las reformas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial durante más de nueve años; no apoya  las negociaciones para alcanzar la paz en el conflicto Rusia-Ucrania; se ha retirado de la Asociación Comercial Transpacífico (TTP en sus siglas en inglés); se opone a la globalización económica; apoya a Israel en el genocidio contra el pueblo Palestino y veta en el seno de las Naciones Unidas cualquier resolución para alcanzar la paz en esa Región; pone en cuestión el principio de defensa colectiva de la OTAN, o se retira del Acuerdo de París de 2015, sobre el cambio climático y el recrudecimiento del bloqueo económico financiero y comercial al pueblo cubano que dura más de 60 años.

La iniciativa china «Un cinturón. Una ruta» (One Belt One Road, OBOR) constituye una apuesta de futuro de China en la geopolítica internacional. Encierra la voluntad china de conformar un poder euroasiático conectando los dos extremos más dinámicos del continente: Asia Oriental y Europa Occidental.

En su condición de emergente, el ascenso chino se asienta en el plano productivo, mientras las potencias en declive tienden a sostener su supremacía en el poder militar y financiero.

El proceso de ascenso de China y su dinamismo económico está relacionado, en primer lugar, con la obtención de importantes niveles de autonomía, fortaleza político-estratégica y cierto bienestar básico en materia de salud y educación producto de la revolución de 1949; luego se da el despegue  con las reformas iniciadas 1978 que atrajo los capitales de la diáspora china, absorbió niveles inferiores del proceso de tercerización japonés, desarrolló importantes entramados económicos comunales y estatales y, más tarde, absorbió bajo sus condiciones grandes volúmenes de capitales de occidente, para finalmente convertirse en la gran plataforma industrial mundial.

El creciente papel de China y la región Asia Pacífico en el ámbito global da cuenta de un cambio crítico en el mapa del poder mundial con implicaciones para América Latina y el Caribe (ALC). Este cambio expresa la crisis de un ciclo histórico de hegemonía del capitalismo encabezado por los Estados Unidos desde la II Guerra Mundial. Los momentos de crisis del orden mundial, generan nuevos márgenes tácticos y estratégicos para el despliegue de procesos de insubordinación en las periferias, cuyos pueblos buscan romper, modificar o debilitar las relaciones de dependencia y emprender proyectos de desarrollo más autónomos. Por ello, es fundamental identificar las tendencias subyacentes del ascenso de China y de la región Asia-Pacífico y su impacto en el actual orden mundial y regional.

Otra dimensión central para ubicar el tema propuesto en el contexto latinoamericano y caribeño es la geopolítica. En este sentido, China a pesar de no buscar un conflicto con los Estados Unidos, ha contrabalanceado su poder y aprovechado vacíos y errores estratégicos del gigante del Norte en sus relaciones con la región. En la dirección de afianzar las relaciones China-ALC deben ser mencionados, la importancia y el respaldo otorgado a la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). Esta apuesta del país asiático se visibilizó en la importancia otorgada a la reunión con la CELAC en 2018 en Chile. En ese espacio se renovó el compromiso de los países de la región con la iniciativa estratégica de la “Nueva Ruta de la Seda” o BRI (Belt and Road Initiative), que coloca a China como articulador de la región con un megaproyecto global. Además, Beijing impulsa acuerdos comerciales con varios países y agrupaciones latinoamericanas y caribeñas. Su papel líder en los BRICS abrió nuevos espacios de relaciones económico-financiero a la región, y apoyó los nuevos espacios de concertación en la región.

En lo que refiere a la cuestión financiera, un dato central que muestra la influencia de China en la región es que sus bancos públicos prestaron más recursos a países latinoamericanos y caribeños que el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en la presente década.  Por otro lado, como parte de la estrategia de internacionalización del yuan y de expansión de la influencia en materia financiera, China ha firmado swaps cambiarios con Argentina y Brasil y estableció en Santiago de Chile la primera plaza financiera para la internacionalización del yuan.

La proyección de China en la economía mundial, que pone en cuestión la hegemonía de los Estados Unidos y el largo siglo XX que la sustentó, trae consigo innumerables implicaciones y posibilidades, abriendo un amplio espectro de alternativas para América Latina.

La proyección de la economía china no sólo es un desafío a la hegemonía estadounidense, que está precipitando su fase terminal, sino que pone en cuestión el imperialismo occidental y amenaza potencialmente el propio protagonismo del capitalismo.

Al mismo tiempo, existen otros factores que están reconfigurando el nuevo orden económico mundial. Entre estos se pueden citar la crisis y la transición hegemónica y los nuevos actores y regiones en el tablero mundial.

Se vislumbra un proceso de cambio estructural o proceso de transición económica significando el desplazamiento del centro de gravedad de la economía mundial desde las potencias centrales hacia las economías “emergentes”, un proceso de transición tecnológica (IV Revolución Industrial: robotización, TIC, IA, nuevos materiales), un proceso de transición política (ascenso del protagonismo de los países del llamado Sur global ), proceso transición geopolítica (centro de gravedad de la geopolítica mundial se desplaza del Atlántico al Pacífico), proceso de transición cultural o civilizatorio (crisis del sistema mundo moderno occidental y ascenso del sistema de valores e ideas orientales).

 

Todo ello se manifiesta en la perdida de la hegemonía relativa de los Estados Unidos, el declive del monopolio de los países desarrollados de producción avanzada de gama alta y servicios de alto valor añadido, disputa económica entre China y los Estados Unidos y el surgimiento de nuevos actores globales (principales actores estatales en la economía mundial para el FMI en 2028: China, Estados Unidos, India, Japón, Alemania, Indonesia, Rusia, Brasil, Francia y Reino Unido).

Por último, y no menos importante es necesario destacar el papel que juega China en la diplomacia e instituciones globales. El proceso de China de reaparecer como una potencia global ha estado en su interés, aceptación y participación en las diferentes instituciones internacionales. Desde esta perspectiva, China puede considerarse un conductor de cambios positivos dentro del sistema internacional. Así se pueden citar:

§  China se ha comprometido a mejorar la reforma de la ONU para fortalecer su unidad y autoridad y optimizar su capacidad para responder a los problemas globales.

§  China está promoviendo o liderando los diferentes procesos de la comunidad regional asiática, para reaccionar de mejor manera ante la globalización.

§  China, junto con otros países en vías de desarrollo, ha insistido en apoyar el modelo multilateral dentro de la era de la Posguerra Fría, al lidiar con el unilateralismo d ellos Estados Unidos.

§  En las instituciones globales dominadas por Occidente, especialmente el FMI, el BM y la OMC, China, al igual que otros países en vías de desarrollo, participa de manera fuerte y colectiva, buscando construir un nuevo orden global tanto económico como político.

 

Los países desarrollados y las compañías multinacionales todavía dominan la economía mundial. China, al ser un reformador está racionalizando el orden global existente. En síntesis, al mismo tiempo que mantiene el orden global, China está buscando reformarlo.

Muchas gracias.

 




*Nota: Las ideas contenidas en las publicaciones de Cátedra China o de terceros son responsabilidad de sus autores, sin que reflejen necesariamente el pensamiento de esta Asociación.

 

 

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