X ANIVERSARIO DE LA INICIATIVA “LA FRANJA Y LA RUTA” (NUEVA RUTA DE LA SEDA).
Actualizado: 16 ene
Intervención de D. Miguel Sebastián*
Publicado el 7/11/2023
Excmo. Sr. Embajador de la República Popular China en España, Yao Jing,
Sr. Presidente de Cátedra China, Sra. Gerente de Cátedra China,
Presidente del Real Casino de Madrid, autoridades, amigos, señoras y señores.
Es para mí un honor participar en este acto que conmemora el X Aniversario de la Iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda (Belt and Road Initiative, BRI, en inglés). Cuando se lanzó en 2013 yo ya no era ministro de Industria, Turismo y Comercio (Energía y Telecomunicaciones) del Gobierno de España. Pero creo no exagerar si afirmo que, liderados por el Presidente Zapatero, fuimos el gobierno de la democracia que más lazos estableció con el gobierno de la R.P. China. Y precisamente este año se cumplen los 50 años de establecimiento de relaciones diplomáticas entre los dos países. Como ministro viajaba, por acuerdo del presidente español con su homólogo chino, una vez al trimestre a ese gran país, para ir avanzando en multitud de temas bilaterales. Y en cada viaje notaba la trasformación de su economía y su voluntad de abrirse más y más al exterior y de convertirse en el principal protagonista de la globalización económica, del comercio y de la inversión.
Con el lanzamiento de la Nueva Ruta de la Seda en 2013, quedó claro que China pretendía dar un paso más: convertirse en el nuevo líder mundial en el siglo XXI. Algo que, en términos de PIB relativo a EE.UU., probablemente consiga muy pronto, en los próximos 10 años. La Nueva Ruta de la Seda tiene, por tanto, una dimensión geopolítica indudable. Y que contribuya a confirmar ese liderazgo mundial no debe causar rechazo, ni temor, ni reticencias, en el resto de los países, en particular, los europeos. Porque su objetivo es mejorar el bienestar económico y social global, no el beneficio propio. Por ejemplo, el Plan Marshall de 1947, indudablemente ayudó a consolidar el liderazgo mundial de EE.UU. tras la Segunda Guerra Mundial. Pero nadie discute que fue un plan muy bueno para Europa Occidental y contribuyó a su reconstrucción y modernización.
En cualquier caso, aun reconociendo esta importante dimensión geopolítica, hoy me quiero centrar en su dimensión económica. La Nueva Ruta de la Seda tiene sus raíces históricas a las que, sin duda, se va a referir el presidente de Cátedra China. Pero su actual versión tiene una filosofía, si se me permite, bastante liberal y ortodoxa desde el punto de visto económico.
En primer lugar, por lo que supone de impulso al comercio libre, al reconocer las ganancias de la apertura al exterior y de las ventajas comparativas del comercio. Y también porque facilita las conexiones, tanto de transporte como tecnológicas, que reducen los costes de los intercambios comerciales.
En segundo lugar, porque impulsa la globalización, que precisamente ahora se encuentra en una fase de un cierto decaimiento por las políticas proteccionistas e intervencionistas de muchos países.
En tercer lugar, porque favorece la integración económica y financiera. Es bien sabido que una mayor integración económica debilita muchos monopolios y oligopolios locales, mejorando el bienestar de los consumidores, y favorece la convergencia de precios, rentas y salarios entre países. Además, la integración financiera también abarata los costes de financiación de las economías, aunque tengan distinto nivel de endeudamiento. La experiencia de España en Europa es un buen ejemplo de estas ganancias de integración.
En cuarto lugar, porque favorece la coordinación de políticas y ello hace avanzar hacia un mercado unificado, con menos barreras administrativas y que reduzca las arbitrariedades, la burocracia y la inseguridad jurídica, al establecer unas reglas de juego comunes y transparentes (“level playing field”).
En quinto lugar, porque favorece la inversión productiva, no sólo en infraestructuras, que son el ejemplo más llamativo de la Iniciativa, sino también en energías limpias (la Ruta Verde de la Seda) y en digitalización, lo que se conoce como la Ruta de la Seda Digital.
Finalmente, en sexto lugar, porque favorece el crecimiento, de todos los países, en especial de los países en desarrollo, que se benefician de proyectos de inversión inimaginables si se tuvieran que hacer en esos países de forma aislada. Porque la Nueva Ruta de la Seda, en su primera fase, conecta a países exitosos del Este de Asia y de Europa Occidental. Pero también a los que están en medio y que son menos exitosos, en Asia central, Europa Oriental, Oriente Medio y Norte de África. Por tanto, impulsa la convergencia real entre los países y la reducción de la pobreza. De hecho, la Nueva Ruta de la Seda es compatible con la Agenda 2030 y los ODS de Naciones Unidas, sobre todo en la erradicación de la pobreza.
Luego hablaré de algunos ejemplos concretos, pero permítanme algunos datos que, aunque a veces son discutidos, generan bastante consenso. En primer lugar, su alcance: de entrada, fueron 65 países, 4.400 millones de personas y 30% del PIB mundial. Hoy 152 países han firmado documentos de cooperación sobre la Franja y la Ruta. Se han creado 420.000 puestos de trabajo en esos países y 11.000 nuevas empresas. En segundo lugar, su cuantía. Estamos hablando, en sus 10 años de vida, de una inversión ya realizada de un billón de dólares (un trillion americano). Sirva de comparación el mencionado Plan Marshall, que ascendió a 13.000 millones de dólares de 1947, que serían ahora unos 182.000 millones de dólares, en valor presente. Cinco veces más. Y este billón acumulado, a pesar del parón por la pandemia y las dificultades políticas y económicas derivadas de la invasión de Ucrania por Rusia. Esperamos que con este X aniversario se produzca un nuevo despegue de la iniciativa, y que se extienda a otras áreas del mundo.
Entre los ejemplos de infraestructuras de transporte: en Asia, el ferrocarril entre China y Laos, (1035 km), tanto para mercancías como pasajeros, y que ahora se quiere extender a Tailandia (2028), o la alta velocidad entre Yakarta y Bandung, en Indonesia, financiado en un 75% por el Banco de Desarrollo de China. O el puerto de Gwadar, en Pakistán, En África, la conexión ferroviaria Mombassa-Nairobi, en Kenia. En Europa, lo más llamativo es la China-Europa Express (o línea Yiwu-Madrid), de conexión de transporte para mercancías desde los 5 puertos más importantes de China. Pero también el ferrocarril de alta velocidad entre Hungría y Serbia. O el puente de Peresac, que conecta el sur y el norte de Croacia. También la recuperación del puerto del Pireo, en Grecia, que se encontraba en estado de abandono y que ahora está a punto de desplazar a Algeciras como el primer puerto del Mediterráneo. ¿Por qué Grecia apuesta decididamente desde 2018 por el BRI y no lo hace España? En marzo de 2019, Italia se convirtió en el primer país del G7 en firmar un memorando de entendimiento con China, para impulsar la inversión en infraestructuras, energía y finanzas. En particular, los puertos italianos de Trieste, Génova, Ravenna y Palermo. Con inversión de China ha entrado en funcionamiento la primera terminal de contenedores semiautomatizada de Italia en el puerto de Génova.
Tras los acuerdos de París, que firma China, se pone también el foco en las inversiones energéticas, como la central eólica de Montenegro que genera el 5% del total de electricidad consumida en el país, o los parques eólicos en Pakistán, Tailandia, Vietnam o Etiopía, el proyecto hidroeléctrico de Tangir, en Pakistán, o la primera planta de gas flotante de Africa en Mozambique.
En la siguiente década, China impulsara el BRI digital, apostando por el desarrollo de la red 5G en los países y regiones de la Ruta, acelerando la integración de las nuevas tecnologías (big data, cloud computing, inteligencia artificial, blockchain), ampliando la cooperación en la conectividad inteligente y en la construcción de infraestructuras digitales como redes eléctricas inteligentes, transporte y puertos inteligentes. Y en la agenda está la extensión de la Nueva Ruta hacia Latinoamérica.
Todos estos son pasos que requieren importantes esfuerzos de inversión, y la colaboración público-privada. Pero, sobre todo, requiere de la voluntad política de los países, que deben comprender que estamos ante uno de los mayores proyectos de cooperación económica de la Historia. Ojalá los países europeos lo comprendan, y sepan sacar las ventajas que les ofrece una oportunidad como la que representa la Nueva Ruta de la Seda.
Muchas gracias.
*Nota: Las ideas contenidas en las publicaciones de Cátedra China o de terceros son responsabilidad de sus autores, sin que reflejen necesariamente el pensamiento de esta Asociación.
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