Una partida muy larga
Actualizado: 23 jun 2022
“Cero covid” para evitar un apocalipsis geriátrico
Julio Ceballos Rodríguez*
13. 06. 2022
Hace apenas un año yo escribía en esta misma tribuna sobre “la normalidad que se respira en China, con la certeza de que no hay virus”. Desde la ventana del hotel donde estaba cuarentenado observaba “la absoluta normalidad de una ciudad china en cuyas calles ya nadie lleva mascarilla”. Hoy esa misma China nos ofrece imágenes distópicas propias de la primavera del año 2020 en el resto del mundo: ciudades confinadas y limitación draconiana de movimientos. El problema de la estrategia china “Cero Covid” es que, además de mantener aislada a China del resto del mundo, es insostenible pues nunca le gana la partida al virus; no lo erradica, sólo logra ganar tiempo. ¿Cómo se explica, entonces, la severidad de las recientes medidas chinas?
Suelo insistir en que lo que necesita el mundo no es que China tropiece, sino todo lo contrario. China está llamada a ser la locomotora del crecimiento económico mundial en las próximas décadas. De su buena evolución depende, en gran parte, la nuestra. Los chinos casi siempre saben qué es lo mejor para China o, dicho de otro modo, Occidente no suele tener la receta de qué es lo mejor para los chinos. Tampoco en lo sanitario. Por eso creo que un gobierno prudente, con visión largoplacista y responsable en Pekín es la mejor garantía de que el mundo no descarrila. Tal vez la ultraprudencia chinesca resulte exagerada y brutal pero la temeridad occidental puede ser mucho más lesiva para China. Pekín considera que no se la puede permitir. En China las cantidades son tan colosales que cualquier pequeño porcentaje magnifica los resultados: casi 200 millones de chinos tienen más de 65 años y no están suficientemente vacunados. El empeño en mantenerse como último bastión de resistencia a la inmunidad de grupo aferrándose al Covid-cero tampoco es gratuito. Confinar áreas metropolitanas con decenas de millones de habitantes merma considerablemente sus expectativas de crecimiento anual. Los chinos son gente muy pragmática y estratégica. Nadie adopta este tipo de medidas caprichosamente.
Con un sistema sanitario aún muy precario, una vacuna local sensiblemente menos eficaz que las occidentales y bajas tasas de inmunidad entre la población de más riesgo, el número previsible de muertes podría resultar catastrófico. Si hoy China decidiese convivir con el virus correría el riesgo de provocar un verdadero apocalipsis geriátrico. Además, si China abandonase el “Cero Covid” sin que su población esté suficientemente vacunada, otro Armagedón adicional se desataría (y a nivel mundial): el logístico. Con cientos de miles de contagios y bajas laborales diarias, las cadenas de producción y transporte de “la fábrica del mundo” quedarían patas arriba y toda la cadena de suministro colapsaría. Por otro lado, ese ritmo exponencial de contagios en una población tan inmensa daría probablemente lugar a nuevas cepas contra las que las vacunas actuales, tal vez, no fuesen útiles. Y otra vez a empezar de cero.
Pero no sólo son criterios sanitarios los que justifican el empeño en mantener el “Cero Covid” por parte de Pekín, también hay mucho de empecinamiento político y pundonor nacionalista en esta estrategia. Durante dos años la propaganda se ha vanagloriado del éxito chino en su estrategia de contención pandémica, de su eficaz modelo de gobernanza y de su vacuna patria mientras criticaba a los países que, con medidas más laxas, sufrían cientos de miles de muertes. Además, se ha sembrado entre la población un miedo al virus que raya lo paranoico aunque, hoy en día, especialmente para variantes como Omicrón, ya no está realmente justificado. La población, que confía mayoritariamente en el gobierno, no está preparada psicológicamente para trivializar un virus que las autoridades han convertido, en la conciencia colectiva, en un enemigo intolerable. En definitiva: dar marcha atrás y desdecirse, ahora, de ese discurso adoptando una estrategia de inmunidad de rebaño que han menospreciado, sería una deshonra y un descrédito. ¿Y cuánto tiempo más puede mantener Pekín esta política tan exigente? Probablemente a la estrategia “Cero Covid” actual le queda, como mínimo, un año más de rodaje.
En el fondo de todo este asunto hay una reflexión y una moraleja que aplica a casi todo en la vida (y a la Historia, en general): casi siempre es demasiado pronto para echar las campanas al vuelo y colgarse medallas. Todo es contextual y relativo: lo que es útil y tiene éxito en un momento dado, caduca pronto si la estrategia que lo alimenta no es flexible. Con respecto al virus (y muchos otros desafíos), la partida es muy larga y queda aún mucho tiempo de juego.
*Nota: Las ideas contenidas en las publicaciones de Cátedra China son responsabilidad de sus autores, sin que reflejen necesariamente el pensamiento de esta Asociación.
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