Un mundo mejor
Otro mundo es posible pero ¿para quién será mejor?
Por Julio Ceballos*
“Hoy va a ser un gran día”, “A veces se gana y a veces se aprende”, “No se trata de dónde estás sino de a dónde quieres llegar”, “La mente es como un paracaídas, no sirve si no se abre” y un infinito etcétera. Yo soy muy fan de las servilletas con mensajes motivadores (servilletas, posavasos, tazas de café…o cuanto sirva como soporte de una idea inspiradora). En cualquier idioma, las palabras son artefactos muy potentes. Nos interpelan, estimulan y sirven para relacionarnos con el mundo, articularlo y amueblarlo. Igual que el tipo de personas que nos acompaña condiciona el tipo de vida que tenemos, el tipo de mensajes de los que nos rodeamos, determina en buena parte nuestro ánimo y nuestra manera de pensar. Nos “hablamos” permanentemente (en sentido literal y figurado, es decir, en voz alta o empleando la voz en “off” de nuestra conciencia) y esos mensajes calan.
Escribía el pensador chino Lin YuTang que “la mitad de la belleza depende del paisaje, y la otra mitad del hombre que lo mira”. Lo suscribo. Pero la calidad y la profundidad de los mensajes de marras que uno se encuentra escritos por ahí es muy poco consistente y fluctúa aleatoriamente entre máximos y mínimos. En el mejor de los casos, uno se queda absorto con la cerveza fría en la mano rumiando una cita de Jean-Paul Sartre; en ocasiones, el lema de marras logra arrancarte una sonrisa mañanera con el primer café del lunes; otras muchas veces, la frase en cuestión es poco más que moralina floja, barata, hueca, blandengue y, a menudo, directamente absurda.
Precisamente porque esos mensajes lanzados desde la barra de un bar o la mesa de una terraza, me provocan y, a menudo, me hacen pensar, me sorprendí a mí mismo dando vueltas a la frase impresa en el vaso de la foto que acompaña a estas líneas. “Otro mundo mejor es posible”, reza el vaso en cuestión. Ya lo creo que sí pero ¿de qué mundo posible hablamos cuando hablamos de otro posible mundo mejor? Si decimos que otro mundo es posible es porque, presuntamente, este que tenemos montado no es el mejor de los mundos posibles. Veamos entonces qué mundo es este:
Con toda seguridad, para empezar, el vaso de la foto está fabricado en China (lo cual no deja de ser una ironía). Imagino bien el lugar en cuestión: una nave inmensa de una polvorienta ciudad del interior del país donde se afanan cientos de trabajadores y trabajadoras venidos del campo que, sobre sillas plegables, con manguitos y pertrechados de un alicate, dan forma al alambre que sirve de asa del vaso. El precio unitario de cada vaso no llega a 1 dólar estadounidense. Imagino bien las condiciones de trabajo de esa gente pues he visitado cientos de fábricas chinas. Visualizo a esos trabajadores limpiando, decorando y empaquetando diariamente no menos de 1000 vasos y cobrando por ello no más de 18 euros con una jornada diaria de aproximadamente 9 o 10 horas. Sí, “otro mundo mejor es posible”. Otro en el que, para que esas personas cobren un salario equivalente al mínimo interprofesional en España (1000 Euros) y trabajen en condiciones equivalentes a las nuestras, se deba pagar por cada vaso el triple o el cuádruple de lo que cuesta actualmente. Y así, un infinito número de productos que componen nuestro día a día y nos hemos acostumbrado a adquirir por un precio irrisorio que sólo se explica en el actual orden mundial globalizado.
Efectivamente, otro mundo es posible en el que, por ejemplo, Occidente no lidere el orden mundial, donde los estándares internacionales, el centro de los mapamundi, la moneda de cambio y la medida de todas las cosas, no sean ya los de la minoría blanca de las democracias parlamentarias sino los de otras culturas y otro tipo de sistemas de gobierno inspirados en valores y prioridades muy distintos a los nuestros.
Otros muchos mundos peores a este son posibles pero algunos de esos hipotéticos escenarios alternativos al actual son más igualitarios, solidarios y reparten la riqueza global de una manera mucho más equitativa que este que tenemos montado. En la mayoría de esos otros “mundos posibles”, Occidente deja de ocupar una posición central de liderazgo para pasar a jugar un papel secundario en el tablero global. Tiene razón el vaso: otro mundo es posible pero ¿para quién será mejor? La cuestión es si estamos dispuestos a sacrificar lo que exige construir esos otros posibles mundos en los que, quien lee estas líneas, verá empeorar su calidad de vida. Moraleja: si no queremos darle demasiadas vueltas al café pensando en algunas de esas frases dispuestas inocentemente sobre la barra del bar, es preferible limpiarnos con ellas el aceite del pincho de tortilla y olvidarlas. Sin leerlas.
*Nota: Las ideas contenidas en las publicaciones de Cátedra China o de terceros son responsabilidad de sus autores, sin que reflejen necesariamente el pensamiento de esta Asociación.
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