La medicina china y el método científico
Actualizado: 9 mar 2023
Por Rafael de Mora Sánchez*
- Artículo publicado en marzo de 2023 en Xindongfang.
Introducción
Europa y China se encuentran en los extremos opuestos del continente euroasiático. Sus respectivas evoluciones sociales se han regido por filosofías e historias completamente diferentes; por lo cual, no es de extrañar que sus enfoques científicos y su visión de la fisiología y la salud, es decir, su tradición médica y prácticas terapéuticas sean diferentes. No por ello significa que sean tradiciones médicas necesariamente contradictorias, pero lo cierto es que sí están enunciadas según prepuestos y códigos distintos. Uno de los principales paradigmas generados en el seno de la tradición médica occidental es el de la evidencia científica o método científico, que viene a ser, para la medicina en Occidente, una de las principales contradicciones a la hora de encajar la Medicina china.
Veamos cómo se ha forjado este paradigma y qué problemas plantea.
La doctrina médica china
La Medicina china es una disciplina totalmente original, propia y genuina del pueblo chino. Nació en el neolítico chino en torno al III milenio a. C., y desde entonces no ha dejado de evolucionar, habiendo pasado por las influencias filosóficas de las‘Cien Escuelas de pensamiento’, surgidas entre el año 770 a. C. y el 221 a. C. Entre las que se encontraban: el confucianismo, el taoísmo, el moísmo, la escuela del yin-yang y la Escuela de los lógicos.
Igualmente, evolucionaron sus doctrinas médicas: ‘Yin-yang y Cinco movimientos’, del taoísmo; ‘Diferenciación de Síndromes de acuerdo con los Seis Canales’, de Zhang Zhong Jing; ‘Escuela del Enfriamiento o del Frío y lo Fresco’, de Liu Wansu; ‘Escuela de Complementar la Tierra para las generaciones venideras’, de Li Gao; ‘el Fuego Ministro y el Fuego de Corazón’, de Zhu Zheng Heng; ‘Escuela del Ataque y la Purgación’, de Zhang Cong Zheng, entre otras. Así mismo, se supo enriquecer con las medicinas propias de las etnias no Han ‒mayoritaria en China‒, que se encuentran en el vasto territorio chino, como fue el caso de la Medicina mongola y la Medicina tibetana. La Medicina china ha sabido aglutinar de forma coherente todas las subdoctrinas que la componen, creando una metadoctrina que se muestra como un todo completo y coherente. Esta metadoctrina está asentada sobre un corpus científico que incluye una fisiología, una fisiopatología y una terapéutica que, si bien diferente, no es en absoluto incompatible en su integración con la ciencia occidental. Así lo atestigua el modelo de medicina integrada sino-occidental (中西医结合) totalmente normalizado en el sistema sanitario nacional de China y ampliamente extendido en otros países asiáticos e incluso en departamentos específicos de centros médicos de Estados Unidos.
En Europa ha habido un sinnúmero de doctrinas médicas desde las griegas y romanas, hasta la homeopática pasando por las de corte naturista y espagírica de Paracelso; pero todas ellas mostraban grandes diferencias doctrinales entre sí, por lo que rivalizaron sin solución de continuidad. Y no fue hasta bien entrado el siglo XIX (año 1840, emergencia del positivismo), cuando la medicina científica u occidental fue desplazando poco a poco a las anteriores, hasta prevalecer como única doctrina médica oficial, sin que desaparecieran del todo el resto de doctrinas anteriores. A pesar de ello, hoy en día hay en Occidente la Medicina moderna coexiste con otras disciplinas médicas no oficiales, como la quiropraxia, la homeopatía, la medicina ayurveda, la kinesiología aplicada, la osteopatía, los remedios florales, la medicina china, el naturismo, etc., que con distintas doctrinas y métodos que han sabido ganarse el respeto y el aprecio de los ciudadanos occidentales. Este hecho, demuestra por la vía de los hechos consumados, que distintas metodologías y doctrinas médicas pueden perfectamente convivir en un mismo espacio geográfico, cultural y temporal.
Demos un breve repaso, necesariamente muy resumido, sobre lo que piensan los filósofos de la ciencia occidentales más representativos, y qué valoran para considerar a un determinado conocimiento como científico o como pseudociencia.
Filosofía de la ciencia en occidente
René Descartes
Descartes (1596‒1650) fue un matemático, físico y filósofo francés considerado el padre de la geometría analítica y la filosofía moderna. Durante el transcurso de su vida fue por orden: matemático, científico natural o ‘filósofo natural’ y, finalmente, metafísico.
El «Discurso del método» cuyo título completo es «Discours de la méthode pour bien conduire sa raison, et chercher la vérité dans les sciences», es su principal obra y pilar fundamental de la filosofía occidental para el desarrollo de la filosofía general y para la filosofía de la ciencia muy en particular.
Su filosofía natural rechaza cualquier apelación a los fines últimos, divinos o naturales, al explicar los fenómenos naturales en términos mecánicos. Creando una tríada de sustancias: el alma, res cogitans, ‘pensamiento’ o ‘sustancia mental’; el cuerpo, res extensa, ‘sustancia extensa’ o ‘materia extensa’; y a Dios, como tercer elemento que determina las dos sustancias anteriores.
Descartes, como filósofo natural, se encontró con los problemas propios de su época, el siglo XVII. Su gran logro fue conseguir que la Iglesia Católica permitiese a los filósofos naturales investigar la materia sin acabar en la hoguera. Descartes era un ferviente católico y sin duda ese hecho fue clave para su gran logro. Así el estudio de la materia ya estaba fuera del ámbito religioso, aunque permaneciera en él todo lo referente a lo inmaterial e invisible: las emociones y las cuestiones espirituales.
Positivismo
Su nombre proviene de Saint-Simon ‒que lo usó por primera vez en su «Catéchismes des industriels», publicado en 1823‒, pero fue popularizado por Auguste Comte (1798‒1857), quien es considerado el padre del positivismo[1]. También fue apoyado por otros científicos y pensadores como: John Stuart Mill (1806‒1873), Charles Darwin (1809‒1882) y Herbert Spencer (1820‒1903), entre otros muchos.
El positivismo es una corriente filosófica, que afirma que el único conocimiento auténtico es el conocimiento científico y que, tal conocimiento, solo puede surgir del método científico. Esta postura es conocida como cientificismo; es decir, todo el conocimiento ha de reducirse al método científico, y cualquier conocimiento que no entre por ese extremadamente fino filtro será considerado como pseudociencia.
[1] El positivismo o filosofía positiva es un sistema filosófico que admite únicamente el método experimental como única forma de descubrir el conocimiento y rechaza toda noción a priori y todo concepto universal y absoluto. También tiene el significado de ‘artificial’; o sea, hecho por el hombre.
Karl Popper
Sir Karl Raimund Popper (1902‒1994) fue un filósofo, académico y comentarista social austríaco-británico. Y uno de los filósofos de la ciencia más influyentes del siglo XX. Popper propone que siempre los enunciados científicos han de ser universales, negando así la posibilidad de una ciencia local o temporal.
Defiende lo que se denominó ‘realismo epistemológico’. Propuso el criterio de falsabilidad, para establecer la demarcación entre la ciencia y la no ciencia. Expresó que una teoría científica sólo se puede considerar como tal si es falsable; es decir, si contempla al menos una condición o posibilidad de que sea incierta. Y, al contrario, toda aquella hipótesis no falsable, necesariamente no es científica.
Por lo que, según Popper, gracias a que las teorías científicas han de ser falsables, el científico puede confirmar o desmentir una hipótesis. ‘La ciencia es un examen crítico de hipótesis que eliminan aquellas que conducen a conclusiones falsas’, afirmaba.
Popper reconoce que todo conocimiento está impregnado de teoría y es conjetural. Por ello, plantea el conocimiento científico como un proceso; primero, se parte de un problema; segundo, se ensayan soluciones; tercero, se eliminan los errores; y cuarto, se descubre una solución. Y siempre la solución ha de ser falsable o refutable.
Popper también es hijo de su época: el turbulento siglo XX con sus dos guerras mundiales, los autoritarismos y el telón de acero. Y, políticamente, estaba alineado con el capitalismo, aunque sin llegar a los extremos del capitalismo clásico. Y fue probablemente este contexto el que le llevó a tachar como disciplinas no científicas el psicoanálisis, la astrología y el socialismo científico.
Thomas Samuel Kuhn
Thomas Samuel Kuhn (1922‒1996) fue un físico, filósofo de la ciencia e historiador estadounidense, conocido por su contribución al cambio de orientación de la filosofía y la sociología científica en la década de 1960.
En 1962, Kuhn publicó «The Structure of Scientific Revolutions» (La estructura de las revoluciones científicas), obra en la que expuso la evolución de las ciencias naturales básicas de un modo que se diferenciaba de forma sustancial de la visión más generalizada hasta ese entonces.
Según Kuhn, las ciencias no progresan siguiendo un proceso uniforme por la aplicación de un hipotético método científico. Se verifican, en cambio, dos fases diferentes de desarrollo científico. En un primer momento, hay un amplio consenso en la comunidad científica sobre cómo explotar los avances conseguidos en el pasado ante los problemas existentes, creándose así soluciones universales que Kuhn llamaba ‘paradigma’.
El término ‘paradigma’ designa todos los compromisos/consensos compartidos por una comunidad de científicos. Por un lado, los teóricos, ontológicos, y de creencias y, por otro, los que hacen referencia a la aplicación de la teoría y a los modelos de soluciones de problemas. Los paradigmas son, por tanto, algo más que un conjunto de axiomas.
«Considero a los paradigmas como realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica». (Thomas Kuhn).
Kuhn critica a Popper en el campo de la astrología, porque es simple verificar si su pronóstico es cierto o no; por lo que siguiendo la lógica de Popper la astrología (como planteamiento teórico), sí sería una ciencia al ser falsable; cuestión diferente es que se cumplan o no, los pronósticos que se realizan. Kuhn utiliza este ejemplo para recalcar que la visión de Popper es insuficiente. Igualmente, plantea que el desarrollo del pensamiento científico no es lineal, sino que evoluciona de forma abrupta en determinados momentos de la historia. Así el desarrollo científico pasa de una primera fase ‘precientífica’, a otra considerada ‘ciencia normal’ y de ahí, a otra llamada ‘ciencia revolucionaria’, que crea un nuevo paradigma que se mantendrá hasta que se vuelva a reiniciar el ciclo.
Lo más importante de la visión de Kuhn es que entiende la evolución de la ciencia como un proceso cíclico ligado a las épocas y a las civilizaciones. Por lo que es universal en cuanto a los resultados y aplicaciones, pero su gestación puede ser, y suele ser, local.
Paul Feyerabend
Paul Feyerabend (1924‒1994) fue un filósofo de la ciencia que siempre con un alto grado de anarquismo y de sentido crítico, llegó a postular el ‘anarquismo epistemológico’.
El anarquismo epistemológico, anarquismo metodológico o dadaísmo epistemológico, es una teoría epistemológica, que sostiene que no hay reglas metodológicas que rijan el progreso de la ciencia. Sostiene que la ciencia no funciona en absoluto con normas fijas y ecuménicas. Propone una epistemología abierta, a manera de una serie de herramientas de investigación científica adaptables a cada contexto, pero no postuladas como leyes inamovibles.
Feyerabend afirmó que una metodología científica universalmente válida es un contrasentido, porque no pueden dictarse normas a la ciencia para su desarrollo. Criticó ácidamente el cientificismo por ser ‘castillos en el aire’. Puesto que no hay conocimientos ciertos y no se sabe qué paradigmas dominarán la ciencia del futuro, y descartarlos ahora supone cerrar las puertas a la ciencia del mañana. Feyerabend argumenta que la ciencia es una empresa esencialmente anárquica, que los métodos científicos no son monopolio exclusivo de nadie y que los científicos nunca han realizado aportaciones científicas siguiendo un solo método.
En su obra «Contra el método» (1970), critica la lógica del método científico racionalista, apoyada en un estudio detallado de episodios claves de la historia de la ciencia. Concluye, que la investigación histórica contradice que haya un método con principios inalterables o universales, que no existe una regla que no se haya roto, lo que indica que la infracción no es accidental, sino necesaria para el avance de la ciencia. En las propias palabras de Feyerabend:
«La idea de un método que contenga principios científicos infalibles, inalterables y absolutamente obligatorios que rijan los asuntos científicos entra en dificultades al ser confrontada con los resultados de la investigación histórica».
Para esto, Feyerabend propone un «principio que puede ser defendido bajo cualquier circunstancia y en todas las etapas del desarrollo humano. Me refiero al principio ‘todo vale’».
A pesar de ello, Feyerabend denuncia que sigue existiendo un esfuerzo continuo para encerrar el proceso científico dentro de los límites del racionalismo, de manera que un especialista acaba siendo una persona sometida voluntariamente a una serie de restricciones en su manera de pensar, de actuar, e incluso, de expresarse.
Feyerabend llega a la conclusión de que el éxito de una investigación no se da por la medida en la que se aplican las reglas y fórmulas generales; es más, ni siquiera se conocen explícitamente el método con el que se logró. Aquí podríamos recordar las palabras de Einstein: «La imaginación es más importante que el conocimiento».
Así Feyerabend asevera:
«La racionalidad no es un árbitro de las tradiciones, es en sí misma una tradición o un aspecto de una tradición».
— Paul Karl Feyerabend, Science in a Free Society (1978), pp. 27.
«Las teorías son abandonadas y reemplazadas por relatos más de moda mucho antes de que hayan tenido la oportunidad de mostrar sus virtudes».
— Paul Karl Feyerabend, Against Method (1975), pp. 48.
Conclusiones:
Es profundamente loable la intención que los filósofos de la ciencia tienen de crear unos criterios de demarcación para clarificar qué sí es ciencia y qué no lo es. No obstante, pienso que la posición nada ortodoxa y desafiante de Feyerabend junto con la visión historicista de Kuhn, nos ayuda a la comprensión de la evolución de la doctrina médica china y a cómo se creó su particular estructura.
La historia universal de la ciencia nos confirma, que todas las ciencias se han desarrollado con el principio feyerabendiano del ‘todo vale’. Sin lugar a dudas, la ciencia militar y la médica ‒más allá del espacio y del tiempo‒, son las que más han avanzado en épocas de guerra. Y como decía Feyerabend, de forma abrupta e inesperada. Y, efectivamente, la historia de la ciencia nos muestra tozudamente, que cada civilización avanza científicamente dentro de su propio marco cultural (paradigma), como decía Kuhn. ¿Acaso puede ser de otra manera? Y es su propio proceso evolutivo el que va de forma natural adaptando sus métodos a los nuevos tiempos y necesidades.
Pensar que sólo existe un método científico, que es infalible y que es útil para todas las ciencias, es profundamente irreal, ingenuo, e incluso, dogmático. ¿Qué pensarán los científicos del futuro de nuestros métodos científicos actuales? Probablemente, pensarán algo similar a lo que pensamos nosotros de los ‘métodos científicos’ de la Edad Media. Por lo que no tiene sentido pensar que solo existe una medicina, al igual que no tiene sentido creer que solo existe un método científico, que sea útil para todas las ciencias y períodos históricos. Hasta hace muy poco tiempo, los físicos cuánticos eran considerados unos soñadores encantadores, pero más cercanos a la poesía y a la filosofía que a la ciencia. Hoy, por el contrario, son la punta de lanza de la ciencia, a pesar de infringir los aspectos fundamentales del método científico, como es la reproductividad de un experimento.
La Medicina china es fruto de una civilización que desde tiempos inmemoriales no ha dejado de sorprender al mundo entero. En China, durante el siglo VIII a. C., se abandonó la medicina teúrgica (la dependiente de los dioses y los espíritus), comprendiendo que la enfermedad provenía de factores físicos y como tales, perfectamente previsibles y curables (inicio del racionalismo médico); se realizó la primera vacunación del mundo en torno al siglo III a. C.; se inventó la historia clínica en los siglos II-I a. C.; se desarrolló la primera anestesia general, en el siglo III d. C.; se curó el bocio, también en el siglo III d. C., y se desarrolló la medicina de urgencias; se creó la primera universidad de medicina (la Academia Imperial), en el siglo VII; en ese mismo momento, se oficializó la profesión médica y nacieron las primeras oficinas de farmacia oficiales de la historia; se descubrieron las enfermedades carenciales en el siglo XIV; y, para finalizar y no cansar al lector; Li Shi Zhen escribió en 1596, el Ben Cao Gang Mu (la Gran farmacopea de Li Shi Zhen). Conocida en Europa como «La Gran Farmacopea del Oriente», compuesta por 53 volúmenes escritos durante 26 años. Fue especialmente valorada en farmacología, botánica y zoología. Durante el siglo XVI, fue introducido en Japón, luego en Corea y, más tarde, en los países europeos. Fue traducido al coreano, japonés, inglés, francés, alemán y ruso. El propio Darwin (1809–1882) quedó profundamente impresionado por esta extensa y rica monografía.
En febrero de 2022 entró en vigor la nueva clasificación de enfermedades de la OMS. Esta clasificación proporciona un lenguaje común para que, los profesionales sanitarios de todo el mundo, puedan compartir información médica estandarizada. En la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11) se han incluído 150 enfermedades y 196 síndromes con lenguaje propio de la Medicina china. Lo que demuestra que la Medicina china no necesita seguir ningún método científico que no sea el propio, y que no es incompatible con otros sistemas. Hoy por hoy, su prestigio a nivel internacional no deja de crecer; por lo que, poco a poco, la Medicina china está ocupando el lugar que merece en la historia universal de la medicina. Y cada día se afianza más como un elemento indispensable para la salud global del siglo XXI, que tanto necesita la humanidad en estos tiempos.
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