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Intervención del Expresidente Zapatero en la MESA REDONDA “DIÁLOGO CHINA Y UNIÓN EUROPEA: RIVALIDAD

Actualizado: 24 jun 2022


Muchísimas gracias a Cátedra China por esta invitación.

Mi saludo cordial a tantos amigos que están en este debate, interesante, crucial, decisivo, que se produce, además, en un momento para la comunidad internacional y para el orden global tan trascendente como es esta gravísima crisis de la pandemia.


Quiero desde aquí trasladar un saludo muy especial a Yao Fei. Quiero felicitarle por su intervención; y también decirles a todos los que me estén oyendo que, como le conozco hace tiempo, sé que su afecto por España está a la misma altura que su brillante español. Tengo muchos testimonios de esa vinculación, de ese afecto, de su entrega a las relaciones entre China y España, y por España. Podría comentar situaciones, que conozco de primera mano en esta crisis de la pandemia, de cómo ha trabajado, de cómo se ha volcado en los momentos más difíciles en ayudar a nuestro país... estas cosas en la vida normalmente no se reconocen, quien las hace no pretende que se le reconozcan, pero lo importante es que están ahí y que al menos algunos que lo sabemos lo digamos.


Marcelo, te considero un anticipado en el tiempo, porque obra en tu biografía, en tu trabajo, una vinculación, una relación, un conocimiento, un acercamiento a China... que en España tenía muy poca gente hace décadas, que tú empezaste. Y nos has aportado extraordinarias informaciones, aportaciones muy valiosas, como tu último libro sobre la China en el siglo XXI, una obra imprescindible para aproximarse a conocer y evaluar esta relación con China y lo que China representa en el mundo. Acabo de publicar un artículo sobre China en una revista italiana y te cito de manera muy expresa, como una referencia básica. La Cátedra China y Marcelo, en particular, son, en efecto, un referente al que tenemos que escuchar, y quiero también reconocer hoy igualmente esa tarea.


Deseo comenzar recordando que en mi etapa de Presidente de Gobierno decidimos tener una relación y un vínculo lo más intenso posible con China. En el año 2005, firmé con el presidente Hu Jintao un acuerdo de asociación estratégica que abrió un tiempo político de una relación muy positiva en todos los terrenos. Y quiero aportar sobre mi experiencia con China algunas consideraciones:


La primera, que coincidíamos en la visión en torno al orden internacional. Ya en aquel momento había síntomas - veníamos de lo que representó la intervención en Irak- de un riesgo de que se resquebrajara el orden internacional y el multilateralismo. Y la coincidencia estaba en su defensa, en la defensa de las instituciones internacionales, de la cooperación, de la solución pacífica de los conflictos, del apoyo a la tarea del G20 y de lo que representaban los grandes objetivos globales, luego concretados, afortunadamente, por Naciones Unidas, a la que quiero reivindicar tras sus 75 años de existencia, en los Objetivos del Desarrollo Sostenible.


Desde el año 2004, he visitado muchas veces China. He viajado muchas veces allí y el cambio producido desde 2004 hasta 2018 (la última vez que estuve), casi no hacen falta las cifras, bastaba con verlo, ha sido espectacular.


Es verdad que Occidente tiene grandes méritos en su haber, fundamentalmente los acreditados después de la Segunda Guerra Mundial. Europa, en particular, que arrastraba una larga historia de conflictos, instituye a partir de ese momento un modelo político y económico virtuoso, contribuye a la constitución de instituciones internacionales, al fortalecimiento de Naciones Unidas... Por tanto, ha jugado un papel fundamental, pero objetivamente era una parte relativamente pequeña del mundo. Apenas con el 10% de la población, EEUU y Europa, han reunido durante décadas más del 50% del PIB mundial. Esto, en términos históricos, suponía una anomalía muy notable, Una anomalía que, en los últimos 30-40 años, con el ascenso de China y otros países emergentes, se ha ido corrigiendo, por lo que tal vez no debería sorprendernos a pesar de la magnitud de los cambios.


Volviendo a mi experiencia de gobierno, y a la relación estratégica con China, deseo resaltar dos cosas: siempre que el gobierno de España pidió apoyo al gobierno de China, lo obtuvo y sin que no se nos pidiera nada a cambio. Quiero destacar lo que esto representa. China apoyó la pretensión de España de que se nos cualificara como un invitado permanente del G20 (grupo al que no pertenecíamos y que otros países ambicionaban como foro al que pertenecer). Y cuando, a raíz de la crisis financiera del 2008, experimentamos problemas, siempre tuve en China a un país amigo, cooperador, solidario. China, a través de sus instrumentos, apoyó nuestra deuda, prestó apoyo con acciones concretas a nuestra capacidad de financiación. Y lo hizo a cambio de nada. No tuve ninguna petición especial del gobierno chino de adquirir compromisos de algún tipo en el orden internacional. Debo decir, por ello, que China está en la lista de países a los que conservo una gratitud singular. No solo fue China quien nos mostró su apoyo, pero desde luego ellos lo hicieron en momentos relevantes.


Por tanto, según mi experiencia, China ha visto a España, y creo que en general a la Unión Europea, como un amigo, como alguien con quien quiere colaborar, como un socio leal. Por supuesto, también competir, pero me parece muy legítimo que China pueda y quiera competir. Y yo no puedo sino reconocer y celebrar, como lo haría respecto de cualquier otra región o nación del mundo, que China, en los últimos cuarenta años, haya conseguido sacar de la pobreza a 800 millones de personas. Lo celebro como una gran conquista social, como las alcanzadas en otros momentos por otros países, como los logros conquistados por Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Y celebro también su liderazgo tecnológico. Porque si son líderes en 5G, en inteligencia artificial, están haciendo progresar al conjunto de la humanidad, como EEUU ha hecho progresar al conjunto de la humanidad con ese talento que nadie le puede discutir y con sus avances tecnológicos. Porque un liderazgo tecnológico, un liderazgo intelectual, será siempre útil al mundo si es compartido. Y no si se intenta eliminar. Debemos tener esa visión histórica amplia.


Decía Marcelo que China ha venido para quedarse. Por supuesto, para quedarse y algo más, para tener un gran liderazgo como corresponde a una nación de 1400 millones de habitantes con una potencia histórica y una civilización milenaria. Es evidente. Estuvo desaparecido de la historia, pero hasta 1850 fue la primera potencia mundial. Claro, para la Europa que conocemos, para el Occidente que conocemos, que fundamentalmente se construyó con fortaleza, con cohesión, y que marca un liderazgo mundial desde la Segunda Guerra Mundial, es algo casi nuevo; pero todo lo nuevo se puede integrar, se puede asimilar, con información, con conocimiento, no con prejuicios, mostrando una actitud abierta. Porque necesitamos un orden internacional multilateral, necesitamos a las instituciones internacionales, necesitamos cooperar.


Esta pandemia tan dura, esta crisis de salud y económica y social que sufrimos, está poniendo a la humanidad ante un reto trascendental. Es un reto de envergadura semejante al que se planteó en las primeras décadas del siglo XX y al que, lamentablemente, la humanidad no supo responder, y por ello se sucedieron dos Guerras Mundiales. Ahora nos encontramos de nuevo en un momento crucial. Y la gran lección a aprender es la cooperación. La gran lección es que todas las crisis ya van a ser globales, ya lo son, como lo fue la financiera del 2008, como lo es la crisis del cambio climático, como lo es la de esta pandemia. Solo si tenemos esa perspectiva de colaboración multilateral, con el G20, con Naciones Unidas, con las demás instituciones internacionales; solo si dejamos a un lado el lenguaje de los adversarios, si mostramos respeto por cada civilización, por cada país, por cada modelo cultural, encontraremos la salida. Porque la historia, compuesta de pasado y de futuro, es muy larga y ¿el límite cuál es? El límite es que nadie pretenda imponer su modelo político o cultural. Ese es el límite que debemos considerar razonable para una cooperación en el orden internacional. El límite es que nadie quiera ingerirse, que no se respete la soberanía de los Estados, que no se trate de imponer una determinada visión de las cosas.


Y los últimos episodios -digo últimos porque son recientes en el curso de la historia-, en los que hemos visto intervenciones militares de grandes potencias en Oriente Medio, nos dan la clave y la enseñanza pues han sido, auténticamente, un desastre. Por tanto, ojalá esta crisis de la pandemia haga resurgir los ideales kantianos de la paz perpetua, de la no injerencia, de la cooperación. Ojalá seamos capaces de construir una comunidad política internacional con más respeto al derecho internacional, con sociedades abiertas, con comercio libre, con reglas, no con sanciones, no intentando establecer límites a problemas como los problemas tecnológicos...


Que hay incertidumbre sobre la seguridad: todos la tenemos en esta sociedad tecnológica tan avanzada. No sabemos qué nos deparará el destino. Pero es evidente que son necesarias autoridades internacionales, en el ámbito de la energía atómica, o en otros ámbitos, que diriman las diferencias, que den validez a las decisiones. Si no construimos esa comunidad política internacional, mi pronóstico es que este siglo XXI tiene el riesgo de naufragar. Y para evitarlo, Europa tiene que poner en pie sus profundos valores. Valores que la hacen fuerte a partir de su unión, la Unión Europea, la unión de los europeos, capaces de proyectar al mundo un liderazgo para la solución pacífica de los conflictos, para la cooperación al desarrollo, para la lucha contra la pobreza y la defensa del multilateralismo, de las instituciones internacionales del comercio, de la energía, del cambio climático, para afrontar los grandes problemas globales. Y, para ello también, la contribución de China es sencillamente decisiva.


Yo no haría esta intervención si tuviera, o hubiera tenido, sospechas de que China quiere implantar un modelo político al resto del mundo, su modelo cultural. No haría esta intervención. Pero no he visto esa tentación, sino una potencia que, sin duda, ha experimentado en 40 años un cambio que quizá ningún país hubiera conseguido antes, que pide ser respetada, pero que respeta el multilateralismo, que quiere la amistad con Europa, que quiere la amistad con España... Por lo que solo llevados por una inteligencia histórica de corto alcance, por una falta de visión, la Unión Europea, y España en particular, no sabrían tender la mano, cooperar con China, para hacer frente a los grandes objetivos globales que ojalá esta crisis pandémica lejos de diluir como tales permita que resurjan, como la erradicación de la pobreza, la disminución de las desigualdades, la cooperación en materia de salud. No olvidemos que los frentes y las confrontaciones internacionales nunca han dado buenos resultados, y que Europa tiene la suficiente memoria histórica y la inteligencia y la autoridad moral para evitarlos.


Yo siento tanto respeto por unas potencias como por otras. En el sentido de que todos los países tienen su historia, sus momentos brillantes y sus momentos lamentables. Pero, sin duda alguna, el decurso de la humanidad ha funcionado razonablemente, ha dado avances cuando los países se han unido, cuando la voluntad predominante ha sido la de la cooperación. Como ocurrió tras la segunda Guerra Mundial, como ocurrió con la Carta de San Francisco, la primera carta de la paz, o en el año 2000, con la declaración de los Objetivos del Milenio. Eso es lo que está en juego. Y Europa, insisto, que tiene por su propia naturaleza esa proyección, debe en mi opinión, afirmarse en el mundo como la gran valedora del multilateralismo, de un sistema de relaciones internacionales basado en el Derecho, en la paz y en la cooperación.


China ha cambiado en los últimos 40 años y China ha cambiado al mundo, ha cambiado las relaciones geopolíticas en el mundo. Asia, hoy, incluye dos tercios de la población mundial, y el escenario del mayor crecimiento económico, los mercados más amplios, y los grandes avances tecnológicos y digitales, como sabemos. Se ha hablado mucho de cómo ha resuelto Asia y cómo ha resuelto Europa y EEUU la crisis de la pandemia. Les diré dos cosas: que, si el desempeño hasta ahora ha sido más eficaz en Asia frente a Europa y EEUU, puede ser un símbolo de cómo está en estos momentos la evolución de cada región y de cada país. China ha aprendido muchas cosas de Occidente y de Europa, por supuesto. Nosotros, desde Occidente, mostraríamos inseguridad y una escasa visión de futuro si renunciáramos a aprender de China y otros países asiáticos. El gran desarrollo digital, la disciplina de Asia, están dando resultados en la crisis de la pandemia.


En definitiva, si algo va a definir el siglo XXI, aun con mucha más claridad después de esta crisis de la pandemia, es si somos capaces de poner en pie y de recuperar un orden internacional multilateral de cooperación, un fortalecimiento de Naciones Unidas, de todas las instituciones internacionales, un espíritu de paz, de amistad y de cooperación. No sé qué competición y rivalidad tienen sentido cuando el cambio climático amenaza al conjunto de la humanidad, cuando las desigualdades y sus consecuencias amenazan al conjunto de la humanidad, cuando las crisis de salud amenazan al conjunto de la humanidad...


Este es un tiempo límite en nuestras vidas, para varias generaciones, como a la que yo pertenezco, que ha tenido la fortuna de no conocer la guerra, ni en su propio país ni en Europa, de no conocer la miseria, y en cambio, de conocer el progreso, de conocer la libertad... pues bien, mi generación puede tener ahora, por vez primera, la preocupación, la inquietud, de que lo más esencial está en riesgo, de que puede quebrar. Y dependerá, como siempre, de la política y de la inteligencia de la historia de que ello no ocurra. En este sentido, confió plenamente en la Unión Europea. Animo desde aquí a todos sus responsables políticos, en el Parlamento, en las instituciones europeas, a que tengan esa visión profunda, amplia, kantiana, de futuro, de cooperación con China, lo que no debe traducirse en un debilitamiento de las relaciones con otras potencias. Soy partidario de que China, Europa y EEUU se entiendan, cooperen. Que conviertan al mundo en algo en que los ciudadanos hoy podamos tener más confianza.


Aun recordaba el otro día cómo el presidente Kennedy propuso a la Unión Soviética intentar ir a la luna juntos, y la Unión Soviética lo rechazó. Ojalá viéramos en estas próximas semanas, en estos próximos meses, una propuesta de China, de EEUU, o de Europa, para hacer un esfuerzo común, conjunto, compartido, por llegar unidos y con las mismas vacunas a vencer la crisis pandémica. Unidos y con un fondo a través de la OMS para que ningún ciudadano, en ningún lugar del mundo, se quede en este momento sin la asistencia sanitaria suficiente. Sería un esfuerzo aún más ambicioso que el de la conquista del espacio.


Quizá el resultado de las elecciones norteamericanas contribuya a abrir este nuevo escenario de cooperación. Un nuevo escenario que permita e induzca a China a ejercer un papel muy importante en el orden internacional multilateral, el papel que le corresponde a un país de 1400 millones de habitantes, que ha desarrollado una gran autoestima, una gran confianza en su liderazgo, pero que debe ser reconocido sobre todo por su defensa de la paz, por la lucha contra la pobreza, en favor de la cooperación y de la amistad entre los pueblos. Eso es lo que merece la pena en una tarea patriótica y de país. Porque al final, cada país, no es lo que cree que es, sino como lo ven y reconocen los demás.


En mi experiencia -y una buena muestra de ello es también el trabajo que, en un clima de confianza y lealtad, desarrolla Yao Fei en nuestro país desde su Embajada- China respeta a España, respeta a Europa, respeta nuestros valores, más allá de que sobre ellos quepa la coincidencia o la discrepancia. Desde esta actitud de respeto, pongamos, pues, toda la convicción, toda la energía, en favor de la cooperación, de la amistad, de la solidaridad. Si no lo hacemos, si no adoptamos esta pauta de conducta, y precisamente ahora, en plena crisis de la pandemia, nuestro siglo XXI podría ser un fracaso.


Gracias.

José Luis Rodríguez Zapatero*

expresidente del Gobierno de España


*Nota: Las ideas contenidas en las publicaciones de Cátedra China o de terceros son responsabilidad de sus autores, sin que reflejen necesariamente el pensamiento de esta Asociación.

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