Entendiendo China más allá del Estadocentrismo
Por Juan Andrés Gascón Maldonado*
Publicado el 25/10/2023
Ciudad Prohibida de Pekín. Fuente: Yan Zang.
Correo: jagasconm@gmail.com
Cuando nos aproximamos a estudiar o explorar culturas y sociedades ajenas a la nuestra, podemos llegar a caer en la inadecuada tendencia del reduccionismo. Incluso en un ámbito disciplinar y académico se pueden encontrar generalizaciones y reducciones de la realidad sociocultural de un país o comunidad foránea, donde la marcada difusión de temas desde el foco geopolítico resulta el caldo de cultivo idóneo para la generación de análisis que, si bien pueden resultar interesantes o actuales, mantienen una interrogante importante ¿se puede explicar todo con el Estado?
Para explicarlo mejor, desde las Teorías de las Relaciones Internacionales se ha desarrollado un debate acerca de los alcances del Estado como unidad central de análisis. ¿Es el Estado un agente, una estructura, un conjunto de instituciones dirigidas por otros agentes, un imaginario? Lo cierto es que todos entendemos que existe algo denominado “Estado”, pero según cuál enfoque, podremos identificar y daremos atención a diferentes actores y dinámicas.
Cuando tratamos Europa o Estados Unidos, se suele tener mejor noción de la heterogeneidad que representan más allá de la cualidad de Estados que puedan tener, por ejemplo, se entiende que la Unión Europea es un proyecto de integración que ha desarrollado instituciones supranacionales, con diferentes competencias, que concentran recursos y personal de los distintos Estados Miembros, a su vez, dentro de los estados están los gobiernos, y estos divididos en instituciones. Para conformar gobiernos, es importante considerar a los partidos políticos, pero uno de los nexos destacados es la figura de los funcionarios, que no son organizaciones ni ideologías pero cuentan con una agencia, una lista de intereses personales y forman parte de una agenda institucional; por otro lado también podemos ubicar asociaciones, movimientos sociales, agrupaciones, empresas y sus respectivas directivas o trabajadores, universidades, gobiernos locales o representaciones colectivas, y claro, los individuos.
Así pues, observamos que si abrimos la caja más allá del Estado como un ente homogéneo, encontraremos una pluralidad de actores, incluso multitud de voces, discursos, imaginarios, valores o intereses. En este sentido, aunque nos referimos a una circunstancia, tensión o relación internacional desde la óptica estadocéntrica (donde el Estado es la unidad central), con el fin de simplificar lo que nuestros análisis quieren transmitir, por ejemplo, cuando se habla de la Guerra Comercial entre Estados Unidos y China o la Nueva Ruta de la Seda, es importante entender los límites de esta perspectiva y evaluar si estamos cayendo en un reduccionismo.
Por supuesto que el Estado como unidad de análisis puede resultar útil y permite un debate a nivel teórico, pero especialmente en casos como China, podemos reproducir un orientalismo inconsciente donde reducimos la historia y complejidad de una cultura milenaria en una unidad estática, homogénea y cuya voz está centralizada naturalmente, nutrida solo desde la razón de estado, su supervivencia y hegemonía. Lo que dejamos de lado al abordar así lo que identificamos en el mapa como China es una realidad más compleja o dinámica que la unidad circunscrita a unas fronteras y con una representación estatal. Por tanto, es necesario ahondar en la diversidad que existe tras el velo estatal, no porque coincidamos en que es estrictamente necesario hacerlo, sino porque nos permite valorar elementos antes invisibilizados.
Una de las muestras de ello con las que me he topado en mi aprendizaje sobre la República Popular China, es precisamente el desconocimiento sobre el elaborado entramado de mecanismos e instituciones que componen al gobierno como gestor de los recursos y la agenda estatal. Un entramado para nada uniforme donde el Partido Comunista Chino posee una agencia especial y atraviesa las instituciones de forma transversal, cuya dinámica es diferente a la que conocemos en los sistemas políticos europeos. De la misma forma, encontramos una estructura multinivel donde se diseñan políticas y se generan debates en torno a las inquietudes económicas y sociales, donde los intereses de agencias, gobiernos regionales y locales, o delegaciones del partido, no necesariamente coinciden entre sí o con el gobierno central.
Así también, encontramos una simplificación constante al estudiar las relaciones comerciales con otros países, regiones y actores, pues más allá del gobierno central, encontramos empresas, fondos, gobiernos regionales e incluso ciudades generando acuerdos internacionales por su cuenta, en procesos diferentes (aunque no enteramente separados) de cómo actúa el gobierno central.
Otro ejemplo podemos encontrarlo en cómo abordamos la ciudadanía, un elemento algunas veces olvidado desde el cual se reproduce esa idea de una sociedad estática e impermeable, con una voz unificada, que pareciese conformar China según algunos. Sin embargo, encontramos que tanto individuos como grupos pueden generar o suponer resistencias, manifestaciones, soportes, opiniones o procesos que no pueden explicarse desde la óptica estadocéntrica, permitiéndonos considerar cómo los elementos culturales, identitarios, étnicos o personales influyen el desempeño económico, la toma de decisiones, la conclusión en acuerdos o la generación de conflictos. Por ejemplo, nos adentra en el juego de posiciones entre funcionarios sea una oficina local, una delegación regional del partido o el Comité de Asuntos Militares; abre la puerta a la consideración de las demandas e intereses de las comunidades rurales; y difunde los debates e intercambios que se producen en universidades y escuelas.
La incorporación o contraste entre diferentes enfoques nos permite superar la noción de una China que solo se identifica, por ejemplo, como el enorme país asiático que gobierna Xi Jinping o el país que rivaliza a Estados Unidos, y posibilita un mejor entendimiento de aquellos fenómenos o realidades que incluso superan lo que entendemos por frontera y nación, visibilizando las voces y actores que participan en dinámicas, comparten creencias o generan discursos diversos a nivel transnacional. Un ejemplo de esto es la propia migración de familias o estudiantes chinos a lo largo de la historia, su impacto en las sociedades de destino, la expresión de su cultura, el fenómeno del turismo, o la influencia el confucianismo, así como los hábitos de consumo, los roles de género o las particularidades regionales del lenguaje que nos demandan una revisión más amplia.
En definitiva, si bien no se puede resumir una tesina con cada enfoque en una publicación de redes o en los escasos minutos de una entrevista o las páginas de un artículo, es importante mantener una reflexión y aprendizaje constante sobre la heterogeneidad interna e internacional que supone China, pretendiendo lograr un entendimiento más integral y una valoración más legítima de los procesos, actores, ideas y dinámicas que atraviesan la historia y el presente de China, su sociedad o cultura, y cuestionar los prejuicios o estereotipos que poseemos a la hora de analizarla. Este escrito, por tanto, no es una denuncia disparada al aire sino una invitación a extender nuestros horizontes y no conformarnos con una primera lectura sobre lo que entendemos que es China, reconociendo su diversidad y ayudándonos a respetarla.
*Nota: Las ideas contenidas en las publicaciones de Cátedra China o de terceros son responsabilidad de sus autores, sin que reflejen necesariamente el pensamiento de esta Asociación.
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