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El otro lado de la mesa

Actualizado: 16 ene


China está haciendo lo que mejor sabe hacer: observar pacientemente cómo se desarrollan los acontecimientos



Por Julio Ceballos*





Vivir es negociar. Negociamos sin parar porque hay tantas visiones del mundo como seres habitamos en este planeta y esas visiones ajenas no suelen están alineadas entre sí (ni siquiera las propias). Nuestra supervivencia -como individuos y como sociedad- depende de ello pues sobrevivir consiste en convivir. Cuanto más capaces somos de visualizar cómo se ve el mundo desde el otro lado de la mesa, más sencillo resulta negociar y alcanzar -de todos los posibles- el acuerdo más beneficioso para ambas partes. Los chinos cuentan entre los mejores negociadores del mundo, precisamente porque parten de la premisa de que casi nada es absoluto ni definitivo, todo es relativo, la mayoría de los procesos exigen de tiempos de cocción largos y hay muy pocas cosas que no sean susceptibles de negociación.

Desde el comienzo de la guerra en Ucrania, el mundo se ha mostrado expectante ante la posición que toma China -como aliado de Rusia y actor geopolítico de primer orden-. China, en cambio, ha apostado por una posición ambivalente, equidistante, aparentemente contradictoria (y sumamente china). Las razones para ello son múltiples. En primer lugar, China se sabe en el punto de mira de EE.UU., quien -oficial y reconocidamente- no va a desaprovechar oportunidad alguna para frenar su ascenso a primera potencia mundial. Además, la crisis geopolítica que ha abierto la invasión de Ucrania está testando el funcionamiento del sistema internacional y las alianzas, peso geopolítico y capacidad de Occidente para frenar a Rusia. China observa.

A Pekín no le interesa una guerra que desestabilice sus mercados de exportación -de los que depende una buena parte de su crecimiento-, pero tampoco le perjudica en exceso un conflicto muy lejano a Asia, como es este. Por muy incómodo que sea para China mantener la posición actual es, de entre todas las posibles, la más pragmática, la más prudente…¡y también la más china! Quien quiera que haya negociado con chinos sabe que manejan tiempos largos de reacción, que sus respuestas pocas veces son inequívocas y que, siempre, dejan la puerta entreabierta por si acaso necesitan de una salida de la negociación. Ganar tiempo para que los motivos se esclarezcan, los diferentes actores se posicionen y, en fin, decidir cuál es la opción más beneficiosa, es un arte que China maneja a la perfección.

La agresión rusa a Ucrania es una atrocidad injustificada y, no haber sido capaces de evitarla, toda una derrota para la comunidad internacional. Pocas certezas hay más allá de estas dos últimas. No es nada sencillo abrirse paso entre el fuego cruzado de narrativas que genera un conflicto como este. La propaganda nos adocena (la rusa a los rusos, la china a los chinos y la occidental a los occidentales) y genera cámaras de eco al servicio de los intereses de quienes las financian. Si hacemos un esfuerzo por salir de ese autismo informativo que sólo refuerza nuestras propias creencias y logramos mirar lo que está sucediendo desde ángulos no occidentales (el indio, el turco, el chino o el ruso, por ejemplo), no está en absoluto claro quién está ganando la guerra, cual es el verdadero objetivo de la misma, cómo se pudo evitar, por qué no se evitó, a quién beneficia esta catástrofe, cual es la verdadera posición de cada actor del tablero y cuáles son las consecuencias de sus posibles desenlaces.

Comprender no significa, en ningún caso, justificar pero es necesario intentar averiguar los por qué y los para qué de cada acción. Para comprender, como para negociar, es indispensable desentrañar las motivaciones y la cronología de los hechos que conducen a una determinada situación. La posición de China en la guerra de Ucrania es un buen ejemplo de cómo nadar y guardar la ropa en un entorno de interdependencia, rivalidad, incertidumbre, competencia, cooperación y amenazas globales múltiples. China está haciendo lo que mejor sabe hacer: observar pacientemente cómo se desarrollan los acontecimientos y -como decimos en Cantabria-, ver “cómo pinan los bolos”. China no aspira a tener grandes aliados en sus planes de futuro (ni siquiera a Rusia, con quien le unen escasos lazos, ciertos intereses comunes y algunas enemistades compartidas) sino a tener pocos rivales.

A lo largo de casi dos décadas, cada vez que me he sentado a negociar con chinos he procurado no dejarme despistar por las diferencias culturales e intentado, en lo posible, ir más allá del mero estereotipo para poder “ver” al otro como alguien familiar y no como a un extraño. El futuro achinado al que nos dirigimos no va a hacer sino poner, con cada vez más frecuencia, a chinos al otro lado de la mesa de negociación. Colocarnos, de vez en cuando, al otro lado de la mesa para comprender las motivaciones del contrario no es un ejercicio de hipocresía: es la mejor garantía para llevar cualquier negociación a buen puerto.



*Nota: Las ideas contenidas en las publicaciones de Cátedra China o de terceros son responsabilidad de sus autores, sin que reflejen necesariamente el pensamiento de esta Asociación.

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