El Instituto Confucio en España: papel y controversias
Actualizado: 16 mar 2023
Por María Domínguez Martín*
Miembro del Claustro Júnior de Cátedra China,
- Publicado el 15/03/2023 (Actualizado el 16/03/2023)
El Instituto Confucio representa uno de los vínculos educativos y culturales más relevantes para el acercamiento de las sociedades española y china. Sin embargo, siempre se han encontrado rodeados de polémica, especialmente en los últimos diez años. Este artículo tiene el objetivo de conocer más a fondo esta institución, su papel en España y las razones por las que genera controversias.
Comenzando con su definición, el Instituto Confucio (孔子学院) es una institución educativa no lucrativa que tiene como objetivo oficial promover la cultura y la lengua chinas a través de las entidades asociadas alrededor de todo el mundo. Está regido por la Oficina del Consejo Internacional de Lengua China (también denominado Hanban) y se encuentra directamente vinculado al Ministerio de Educación de la República Popular de China.
El Instituto Confucio se inscribe como una herramienta de la Diplomacia Pública china, definida como aquella que permite dar a conocer y proyectar con mayor eficacia las posiciones de un país en relación con las principales cuestiones internacionales, así como sus principales iniciativas (Ministerio de Asuntos Exteriores, 2023). De hecho, son varios los académicos chinos que definen el Instituto Confucio como la única y más satisfactoria combinación de la diplomacia pública de China con su cultura tradicional; o como el bien de exportación más maravilloso de la cultura china (Lili 2012; Weiwei 2009).
El impulso de los Institutos Confucio en España se produce con la visita de Hu Jintao en el año 2005 y con la respectiva firma de la Asociación Estratégica Integral y sus derivados acuerdos bilaterales. De este modo, en el año 2007 se abre el primer Instituto Confucio en Madrid, seguido del de Valencia y el de Barcelona en 2010. En la actualidad, existen ocho institutos y más de diez aulas en territorio español, los cuales reúnen a más de 10.000 estudiantes interesados por la lengua china y/o su cultura.
Esta cifra contrasta de forma llamativa con el número de Institutos Cervantes operantes en la República Popular de China: uno en Beijing y otro en Shanghái. No obstante, esto no es una cuestión particular del Instituto Cervantes, ya que debemos tener en cuenta que, por ejemplo, el Instituto Goethe cuenta con tres sedes en territorio chino y el Instituto Italiano de Cultura, con dos. Además, estas cifras se alinean con el hecho de que el número de Institutos Confucio alrededor del mundo cuatriplican el número de cualquier instituto oficial de lengua y cultura de cualquier estado.
Esta diferencia tan abultada en las cifras podría explicarse parcialmente por una característica particular de los Institutos Confucio: en su gran mayoría estos se localizan en las universidades de los países extranjeros en cuestión. Es decir, no cuentan con un edificio propio, si no que usan aulas cedidas por éstas. De este modo, se podría considerar que el número de estudiantes que pueden ser albergados en los Institutos Confucio es menor que los que pueden estudiar en un edificio propio como, por ejemplo, en los 3.200 metros cuadrados del Instituto Cervantes de Beijing. No obstante, tampoco se puede negar que exista una intencionalidad por parte de Hanban de contar con institutos más pequeños, pero esparcidos por todo el globo, con el objetivo de difundir su cultura y lenguaje de una forma más eficaz y homogénea. Más allá de esta cuestión, no existen muchas diferencias significativas en la estructura y objetivos de los Instituto Confucio respecto de sus homólogos occidentales (Hartig, 2016). Sin embargo, existe un escepticismo muy claro en Occidente sobre la labor de esta institución educativa.
Los temores suelen basarse en la idea de que el gobierno chino usa los Institutos Confucio como un instrumento de soft power e, incluso, de sharp power (infiltración, connivencia y/o corrupción de las élites, propaganda, espionaje, robo de propiedad intelectual, discriminación laboral, censura) con el objetivo de ir progresivamente imponiendo su cultura en Occidente y a costa de socavar la integridad y libertad académica de las universidades (Chey, 2008). También se les suele culpar de propagar su ideología comunista, autocrática, nacionalista, etc., lo que demuestra la clara dimensión política del debate.
En España, el ejemplo más claro de esta visión crítica se puede observar en la campaña en contra de la apertura del Instituto Confucio en la Universidad de Sevilla. Según los críticos, si bien el objetivo declarado de la iniciativa es impulsar la enseñanza académica de la lengua y la cultura chinas, lo cierto es que el proyecto satisface los intereses propagandísticos y expansionistas de Pekín, que pretende instrumentalizar las recientes acciones llevadas a cabo por las autoridades andaluzas para captar inversiones e impulsar el turismo chino (Llera, 2021). Afirman que los riesgos del establecimiento de Institutos Confucio en España incluyen la censura, propaganda en libros de texto y eventos, discriminación en la contratación de profesorado, cumplimiento de leyes chinas, estafa e infracciones a la seguridad nacional (Stop Instituto Confucio, 2023).
Ahora bien, ¿es proporcionada esta hostilidad hacia los Instituto Confucio? Por una parte, resultaría iluso no considerar estos centros como una herramienta de soft power[1], pues uno de sus objetivos primordiales es hacer más atractiva la cultura china en el mundo para favorecer su entendimiento y, en definitiva, para mejorar los lazos con terceros estados. Sin entrar en el debate de cómo o quién ejerce el soft power, la verdadera cuestión es que estos objetivos de influencia también aterrizan en España a través de otras instituciones educativas de terceros países, como el Instituto Goethe o la Alianza Francesa. Sin embargo, estos no reciben ataques. La cuestión es, ¿por qué?
Podríamos considerar que la principal razón se encuentra en las diferencias que separan al Instituto Confucio de sus homólogos, sobre todo aquella característica que requiere que para su apertura necesitan de un acuerdo con una entidad extranjera (normalmente universidades) que, como ya se mencionó, le concede una serie de facilidades (difusión y aulas, principalmente). A pesar de que no existe un número importante de casos documentados (al menos en España), según los críticos, esto supone la “compra” de las universidades y presiones por parte de Beijing traducidas en censura, propaganda y estafas.
Sin embargo, no se debe olvidar que China se encuentra en el punto de mira, en un contexto de lucha de relatos entre hegemonías. Y esto, según Liu (2019) y otros autores, constituye la principal razón que explica por qué el Instituto Confucio, a diferencia de otros centros, se encuentra tan señalado públicamente. Podría considerarse que la cultura hegemónica actual (en el sentido amplio de la palabra, es decir, incluyendo valores políticos y normas), se encuentra amenazada o cuestionada por la cultura oriental que tiene cada vez más presencia en nuestras vidas cotidianas. La hostilidad hacia todo producto cultural “externo” se está incrementando cada día más, hecho que se encuentra en línea con la cada vez más clara definición de bloques en el nuevo espacio internacional multipolar que se encuentra en plena fase de construcción. De este modo, usando un poder del discurso privilegiado, se tiende a magnificar las diferencias entre el Instituto Confucio y sus homólogos o a reinterpretar sus supuestos “verdaderos objetivos”, tanto en el supuesto práctico, pero sobre todo en el ideológico. Suscribiendo las palabras de Foucault (1980), el conocimiento impregnado de poder no refleja necesariamente la verdad objetiva, pero es presentado y aceptado como verdad en la práctica. Con esto no se quiere afirmar que las razones que aportan los críticos en contra del Instituto Confucio sean falsas, sino que se ven excesivamente magnificadas por el contexto que las abarca.
En definitiva, el debate sobre la labor del Instituto Confucio en España y en otros lugares del mundo es complejo, especialmente por el hecho de que se encuentra fuertemente politizado. Pero, de lo que no cabe duda, es de que el Institutos Confucio en España y el Instituto Cervantes en China han tenido un impacto positivo en las relaciones entre ambos países. A partir de aquí, habrá que seguir trabajando para fortalecer estas dos lenguas y culturas que se encuentran en pleno auge y desarrollo y, a ser posible, de la forma más objetiva y transparente posible.
[1] Definido por J. Nye como la habilidad para obtener lo que quieres a través de la cooptación y la atracción en lugar de la coerción o la intimidación.
Referencias
Chey, J. (2008). Chinese "Soft Power" - Cultural Diplomacy and the Confucius Institutes. The Sydney Papers, 32-46.
Foucault, M. (1980). Power/knowledge. Brighton: Harvester.
Hartig, F. (2016). Chinese Public Diplomacy: The rise of the Confucious Institute. New York: Routledge New Diplomacy Studies.
Instituto Cervantes. (3 de mayo de 2013). El Instituto Cervantes cuenta con casi 170 centros acreditados en 20 países.
Lili, J. (2012). Traditional culture and Chinese public diplomacy],. Wuhan Kejidaxue Xuebao, 327-335.
Liu, X. (2019). So Similar, So Different, So Chinese: Analytical Comparisons of the Confucius Institute with its Western Counterparts. Asian Studies Review, 43(2), 256–275.
Llera, M. (30 de noviembre de 2021). Instituto Confucio en la universidad. ElDiario.es.
Ministerio de Asuntos Exteriores. (03 de 03 de 2023). Obtenido de Diplomacia pública y digital: https://www.exteriores.gob.es/es/PoliticaExterior/Paginas/DiplomaciaPublicaDigital.aspx#:~:text=La%20diplomacia%20p%C3%BAblica%20permite%20dar,as%C3%AD%20como%20sus%20principales%20iniciativas.&text=La%20comunicaci%C3%B3n%20 digital%20es%20una%20herramient
Stop Instituto Confucio. (01 de marzo de 2023). Obtenido de https://www.stopinstitutoconfucio.com/
Weiwei, Z. (2009). Further develop Public Diplomacy with Chinese characteristics. Guoji Wenti Yanjiu.
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