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Confucianismo y legismo

Por Gabriel García-Noblejas Sánchez-Cendal*


Publicado el 11/12/2023



Han Fei. Fuente: Hojemacau.com



Cuando alguien pregunta cuál es la tradición filosófico-política china más importante, es común hoy día mencionar el confucianismo. La mención está totalmente justificada en la medida en que los letrados que conformaban el cohesionado grupo que luego se llamaría “confucianismo” recibieron los más altos puestos de gobierno en el imperio. Pero recordemos que tal suceso tuvo lugar muchos siglos después de que Confucio viviera (ss. VI-V a.C.), más concretamente cuando el emperador Wu de la dinastía Han (reinado 141-87 a.C.) aceptó las tesis del confuciano Dong Zhongshu (s. II a.C.) y las estatuyó como columna vertebral del imperio para los rituales religiosos, la ética personal, la moral social y la filosofía política. Hasta entonces, los letrados confucianos habían carecido del enorme poder que el imperio puso en sus manos a partir de entonces.

Por lo tanto, mencionar solamente al confucianismo al preguntarse por las bases de la filosofía política china de ayer y hoy sería injusto. También deberíamos incluir en la ecuación, al menos, al Legismo o “escuela de la ley”, que en chino se dice 法家 (fajia).

La escuela de la ley, la igual que las demás corrientes de la China antigua, fue formándose sin tener conciencia de sí misma durante siglos. Al menos, durante tres siglos salpicados de pensadores que defendían la implantación de unas determinadas normas o leyes en los diversos reinos en que se había desgajado China a lo largo del terriblemente bélico período de los Reinos Combatientes. Así, pues, aproximadamente entre el 480 hasta el 221 a.C., sucedió en distintos reinos y bajo diversos monarcas que personas de diversa formación fueron proponiendo reformas e implementando acciones encauzadas por lo que hoy llamaríamos “normas”, “decretos” o, en un sentido muy laxo del término, “leyes”. Eran actitudes muy poco confucianas, si se nos permite la expresión.

Las normas de las que hablamos eran de diversa naturaleza. Unas reglamentaban aspectos agrícolas, como el tamaño y cantidad de campos de labranza que debía tener cada familia. Otras, aspectos censales. Otras, la organización de las aldeas y ciudades en unidades discretas para mejor llevar a cabo reclutamientos militares y controles de impuestos. Otras, el grado de las responsabilidades legales ante las infracciones cometidas. Otras más, la conducción y reparto de las aguas comunes para regadío. Hablamos de grandes figuras de la ciencia política de la Antigüedad china como Li Kui (ministro en el 445 a.C.), Ximen Bao (hacia el 430 a.C.), Shen Buhai (400-337 a.C.) o Shang Yang (390-338 a.C.). La mentalidad de dichas figuras, siendo diferente entre sí, compartía ciertos principios comunes. 

Fue el gran pensador Han Fei quien, tras haber estudiado y recopilado tanto la Historia pasada de China como las propuestas de los mencionados y muchos más, propuso una genial reestructuración del pensamiento de todos y una nítida reformulación de los conceptos centrales compartidos. De dichos conceptos, el más importante sin duda es el de la Ley, el de la necesidad de que exista una serie de normas legales de clara formulación, comprendida perfectamente por el pueblo llano sin excepción, con la que reglamentar el comportamiento de toda persona en un determinado reino. Un conjunto de leyes que estipularan qué premios y qué castigos se debía aplicar a los que los merecieran. Un conjunto de leyes que concediera puestos de poder por méritos propios, no por la tradición familiar.

Aquel concepto de Ley chocaba frontalmente con los principios político-sociales confucianos. Recordemos que Confucio había dejado bien claro que consideraba que la promulgación e implantación de una ley en un reino era la prueba evidente de la decadencia de dicho reino, de una degeneración imparable de una sociedad. Así lo dijo en las Analectas capítulo 2 fragmento 3.

¿Por qué, entonces, el Legismo se convirtió en uno de los pilares fundamentales de la filosofía política de China? Porque en el momento en que China se estructuró en la enorme dinastía Han, los emperadores se dieron cuenta de la utilidad de la ley. Hacía ya siglos que Confucio había muerto. Varios de sus discípulos (como Mencio y el maestro Xun) habían modificado sustancialmente la doctrina inicial. Y, cuando el emperador Wu de la dinastía Han, a quien mencionábamos arriba, comprendió que necesitaba una buena herramienta para gobernar tan vasto territorio, escuchó las totalmente nuevas teorías confucianas del ya mencionado consejero imperial Dong Zhongshu, quien abogaba sin tapujo ninguno y con gran intuición práctica por la armonización del confucianismo y del Legismo, por la construcción de un imperio en el que perfectamente compatibles el confucianismo y el Legismo.

¿Cambió el confucianismo? ¿Cambió el Legismo? Ambos cambiaron. Ambos se cohesionaron y, juntos, forjaron una de las columnas vertebrales de la filosofía política de China que ha estado operativa desde el emperador Huang de la dinastía Qin (221 a.C.) hasta el momento presente. La política de la China actual es incomprensible sin tener en cuenta el Legismo, cuyo máximo exponente fue el maestro Han Fei (280-233 a.C. aprox.), de quien hablaremos en otro momento.



*Nota: Las ideas contenidas en las publicaciones de Cátedra China o de terceros son responsabilidad de sus autores, sin que reflejen necesariamente el pensamiento de esta Asociación.

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