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CHINA, UNA IDENTIDAD CONSTRUIDA CON PICTOGRAMAS

Actualizado: 24 jun 2022


China es el país con mayor población mundial. Sus aproximadamente 1400 millones de habitantes, distribuidos en un territorio que es el cuarto más grande del mundo, pertenecen a diferentes etnias, culturas y religiones, contando con numerosos idiomas y mayor número de dialectos. Esta diversidad de población y de lenguajes, que podría haber llevado a una fragmentación política según los intereses de las diversas comunidades, permanece, sin embargo, como una única y gran civilización que se remonta al segundo milenio antes de Cristo.


¿Cómo es esto posible? ¿Cómo tan gran y extensa disparidad acaba construyendo un colectivo cohesionado por milenios? Podríamos pensar que este hecho se debe, básicamente, a acciones impositivas de gobernantes o grupos dominantes o a conveniencias estratégicas y comerciales mantenidas en el tiempo. Sin embargo, y más allá de lo anterior, la respuesta viene dada por la lengua y, en concreto, por la lengua escrita de logogramas, que es la gran unificadora de la cultura china. La morfogénesis de los pictogramas y su preservación a lo largo de milenios -con las lógicas evoluciones- es un hecho esencial en la construcción de la identidad de la cultura china y elemento cohesionador, a lo largo de los milenios, de la unidad del país.


Cuando un occidental tiene ocasión de ver un texto escrito en caracteres chinos evidencia inmediatamente su enorme complejidad. Si, además, este occidental supiera que para alcanzar una lectura y escritura fluidas se requieren muchos años de perseverante y tenaz estudio, seguramente se preguntaría ¿por qué, en un mundo práctico y veloz como el que hoy vivimos, se mantiene este sistema de comunicación escrita que encierra tanto esfuerzo y dificultad de aprendizaje? Hay muchas leyendas de cómo se inició la escritura china hace más de tres mil años, pero parece haber acuerdo en que las primeras expresiones de la misma fueron dibujos de objetos en huesos, en bambú y, más tarde, en seda. Estos dibujos iniciales, que muchos aún permanecen en el lenguaje actual, dieron lugar a un idioma simbólico de origen ideográfico-pictográfico y no fonético. Es decir, lo escrito no es representación de sonidos, sino de objetos y conceptos. Y no es un idioma alfabético ya que los caracteres no son letras sino representaciones simbólicas que tienen su propio discurso más allá de lo fonético.


Por el contrario, los lenguajes occidentales son fonéticos y no ideográficos. Esto significa que idiomas como, por ejemplo, el castellano o el inglés representan mediante alfabetos la fonética de su lenguaje. Esta intrínseca relación entre sonido y escritura, codificada en un número limitado de letras del alfabeto, hace que a medida que uno evoluciona lo haga la otra generando nuevos sistemas de expresión tanto oral como escrita. La propia vitalidad interna de las lenguas conlleva una dinámica y cambio permanente de lo fonético, con adaptaciones a los localismos, y esa variación se manifiesta, a su vez, en un cambio de la escritura. Recordemos cómo del latín vulgar han surgido todas las lenguas romances. Y en todas ellas la escritura ha ido cambiando a la par que lo ha hecho el idioma hablado configurando distintas lenguas.


Sin embargo, la escritura china, a pesar de su propia evolución, es independiente de los sonidos y pronunciaciones. En las lenguas siníticas, lo escrito y lo hablado han seguido caminos diferentes, de tal modo que mientras la fonética cambiaba e iba dando lugar a diferentes dialectos, la escritura permanecía común, convirtiéndose en un medio universal de comunicación, entendible por todos los dialectos. Se trata solo de una diferente pronunciación mientras que la palabra no cambia. Y en esto radica la gran diferencia con los lenguajes occidentales y la gran ventaja sobre ellos que, a nivel de construcción de unidad cultural, aporta. Comparando, podríamos decir que el chino es un sistema escrito que se habla, mientras que las lenguas indo-europeas son sistemas hablados que se escriben. Y esta crucial diferencia de configuración lingüística marca también la diferencia en la configuración del pensamiento de ambas culturas. En China, y por el lenguaje que se apoya en imágenes, se tiende a la cohesión de lo no sensible con lo sensible y a presentar lo concreto, mientras que, en el mundo occidental, donde la palabra es función primaria de su sonido, se tiende a separar lo no sensible de lo sensible y a presentar los significados abstractos en lugar de los concretos.


La propia singularidad de la escritura pictográfica china hace que muchos caracteres tengan menos ambigüedad que el lenguaje hablado y que capten importantes distinciones teóricas o expresivas que se pierden en lo oral. Así, a pesar de la multitud de dialectos y lenguajes siníticos, la escritura china ha permanecido como elemento cultural trascendente y acervo común de todas las expresiones orales de origen chino. Y, por tanto, como valor irrenunciable en aras de la practicidad moderna. Es una especie de esperanto que asegura la unidad de comunicación en un mundo plural y diverso y que permite su gobierno y la construcción de su extraordinariamente potente identidad.


El hecho de que China cuente con la lengua más antigua del mundo nos lleva a otro notable hecho y este es el de la inteligibilidad de textos escritos hace miles de años. Se desconoce cómo se pronunciaron en su momento, pero, a pesar de las variaciones estilísticas o de la propia evolución de la escritura, es posible entender su contenido. Por ello, el patrimonio literario es uno de los más preciados en la cultura sínica. La tradición en la formación de los jóvenes escolares chinos desde sus primeros años de escolarización, y en espera de que éstos adquieran la destreza para leer con fluidez un lenguaje culto, incluye el aprendizaje de memoria numerosos pasajes literarios clásicos y de poemas de diversas épocas. De ese modo, el acervo literario queda fijado en los años más receptivos del aprendizaje acumulando un capital que contribuye a reforzar la construcción común de la cultura sínica.

En las últimas décadas hemos visto como en diferentes países occidentales se han hecho grandes y loables esfuerzos por preservar las diversas lenguas nacionales como identificadores de la pluralidad cultural. Pero también, y tristemente, hemos visto cómo de la potenciación y preservación de la identidad de una población a través del idioma se ha pasado a la utilización de éste como medio para resaltar las diferencias hasta llegar a la confrontación, el conflicto y la segregación. En el caso de China, su lengua, lejos de ser agente divisor, acerca a sus diversos pueblos por la peculiar característica de permitir la multiplicidad de idiomas gracias al denominador común que es su escritura ideográfica.

Sin pretender adentrarnos en el terreno de la filología, queremos resaltar que la psicología colectiva de los pueblos chinos y europeos tiende, en general, a presentar la misma tendencia que sus lenguajes. Y, sin pretender posicionarnos sobre qué lenguaje es el más apropiado para representar la realidad, lo cierto es que hay dos maneras de hacerlo, la pictográfica y la fonética, y que éstas, a su vez, configuran la manera en la que el individuo se siente parte de una cultura. En un momento histórico en el que las decisiones tomadas por China afectan a la globalidad geopolítica y económico-comercial parece oportuno, cuanto menos, reflexionar sobre hechos que configuran su sentir como civilización y como país a fin de fomentar un diálogo entre culturas y un mejor entendimiento entre las distintas sociedades.

Rosa Cervera*

Presidenta Cátedra China

rosacervera@catedrachina.com

*Nota: Las ideas contenidas en las publicaciones de Cátedra China o de terceros son responsabilidad de sus autores, sin que reflejen necesariamente el pensamiento de esta Asociación.

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