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CHINA SE HA GANADO CON ESFUERZO EL MÉRITO DE SER LA SEGUNDA POTENCIA ESPACIAL MUNDIAL

Por Juan Pons

Publicado el 13/05/2024


Las elevadas capacidades industriales, económicas, financieras, demográficas y militares de la República Popular China son bien conocidas tanto en España como a escala mundial, pero no así su enorme potencial en el sector espacial internacional.

 

La gran nación asiática ocupa un lugar preeminente en las diferentes vertientes de la actividad tecnológica y científica relacionada con el factor ultraterrestre. Es así, hasta el punto que hace ya un lustro que ha desbancado a Rusia del segundo puesto en el ranking espacial global.

 

China llevó a cabo 67 lanzamientos orbitales en 2023, y para 2024 pretende conseguir más de un centenar. En lo que va de año y hasta el 12 de mayo, el número de despegues asciende a 22, muy por delante de los efectuados por Rusia, con tan solo seis disparos, aunque por detrás de los 56 de Estados Unidos, que sigue liderando la esfera espacial global.

 

El presidente Xi Jinping ha puesto de relieve en el preámbulo del Libro Blanco del Espacio que vio la luz en enero de 2022 que “nuestro sueño eterno es explorar el amplio cosmos, desarrollar la industria espacial y convertir a China en una potencia espacial”. Y lo ha conseguido, bajo el principio general propugnado por Naciones Unidas de utilizar el espacio ultraterrestre con fines pacíficos.


Las autoridades espaciales chinas confían en lograr más de un centenar de despegues en 2024. Por el momento llevan 22 (crédito: CASC)

Muestras de la cara oculta de la Luna

Con el citado documento como guía estratégica, Pekín ha puesto el acento en hacer crecer los servicios públicos vía satélite, abrir las puertas a las empresas comerciales de lanzamientos, favorecer los vuelos espaciales tripulados con destino a su propio complejo orbital, fomentar la cooperación internacional e impulsar los proyectos de observación de la Tierra y los telescopios científicos posicionados en órbita.

 

Las inversiones estatales también amparan el desarrollo de nuevos cohetes, la mejora de las telecomunicaciones, la tecnología cuántica en la fabricación de satélites, el uso extensivo de aplicaciones derivadas del sistema de navegación por satélite BeiDou ‒la constelación equivalente a la norteamericana GPS y la europea Galileo‒ y la exploración de Marte, los asteroides cercanos a la Tierra y, por supuesto, de la Luna.

 

El ejemplo más reciente del interés de China por ser uno de los principales protagonistas de la exploración del Sistema Solar es la misión Chang’e-6. Se trata del primer intento mundial por recolectar muestras del suelo y subsuelo de la cara oculta de la Luna. En diciembre de 2020 hizo algo semejante Chang’e-5, pero en la cara visible. Son los prolegómenos para que un astronauta chino pise la Luna a principios de los años 30.

 

La astronave Chang’e-6 fue lanzada al espacio el 3 de mayo y ya se encuentra dando vueltas a 200 kilómetros alrededor de nuestro satélite natural. Desde allí recaba datos de la superficie lunar y espera que desde tierra le ordenen iniciar la ruta de descenso para posar en su suelo un pequeño modulo, recolectar unos 2 kilos de polvo, rocas y minerales y estar de vuelta en la Tierra para el 25 de junio. La misión se enmarca en una iniciativa entre Moscú y Pekín para crear una base científica internacional en la Luna.

 

Otro ámbito tecnológico en el que China es un indiscutible campeón mundial es el relativo a los vuelos espaciales tripulados. El aviador Yang Liwei se convirtió el 15 de octubre de 2003 en el primer astronauta chino. A bordo de la capsula Shenzhou-5, China se convirtió en la tercera nación ‒tras Rusia y Estados Unidos‒, en acreditar su capacidad para lanzar seres humanos al espacio y traerlos sanos y salvos.


 La estación espacial Tiangong-1 puede alojar hasta seis astronautas. Tres de los que aparecen en imagen regresaron el 30 de abril después de más de cinco meses en órbita (crédito: CMS)

Con la vista puesta en Marte

Hoy, Yang Liwei es el jefe del Cuerpo Chino de Astronautas, integrado por 18 varones y dos mujeres, que ya han estado en órbita a bordo del complejo orbital bautizado Tiangong-1, , que en español significa Palacio Celestial. Se terminó de ensamblar en octubre de 2022 y está posicionado a unos 385-390 kilómetros de altura.

 

Tiangong-1 puede alojar hasta seis astronautas y, al igual que la Estación Espacial Internacional ‒construida y gestionada por Estados Unidos, Rusia, Europa y Canadá‒, dispone de brazos robóticos para atrapar y colocar equipos en el exterior y esclusas para que sus ocupantes puedan trabajar fuera del complejo, como ya han hecho en varias ocasiones.

 

Tres de sus seis astronautas aterrizaron el 30 de abril en la capsula Shenzhou 17, tras haber permanecido a bordo de Tiangong-1 durante 187 días y 6,5 horas y batir el récord de permanencia de chinos en el espacio.

 

Otro de los grandes éxitos del programa espacial de Pekín se produjo en mayo de 2021, cuando, tras Estados Unidos, fue el segundo país en colocar un vehículo robótico sobre el Planeta Rojo. La sonda Tianwen-1 posó sobre la superficie marciana un módulo de descenso, del que desplegó el pequeño vehículo Zhurong ‒nombre de un personaje mitológico chino‒, que ha analizado muestras de distintos puntos del suelo de Marte.

 

Es conveniente resaltar que el inmenso potencial espacial de China no ha surgido de la noche a la mañana. Su organización administrativa e industrial comenzó a tomar forma hace más de seis décadas atrás. Su primer hito se produjo en abril de 1970, con el envío al espacio de su primer satélite, el Dong Fang Hong 1, y pasó a ser la quinta nación con capacidad propia de lanzamiento, después de la Unión Soviética, Estados Unidos, Francia y Japón. A tres de ellas ya ha superado con creces.


La Luna y Marte son objetivos de exploración. Dibujo artístico que representa la sonda Tianwen-1, su módulo de descenso y el vehículo que analizó muestras del suelo del Planeta Rojo (crédito: CNSA)


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