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CARTA ABIERTA A MI PARLAMENTO EUROPEO

Por Marcelo Muñoz*

Publicado el 25/06/2024





“Rivalidad sistémica” es el mantra que exhiben no pocos políticos y parlamentarios europeos para explicar o “justificar” su rivalidad con China, o su animadversión contra China. Por esa supuesta “rivalidad sistémica” el Parlamento europeo no ratifica el tratado de inversiones mutuas, que tanto esfuerzo y diálogo costó, que la Canciller Merkel apoyó con todas sus fuerzas... y sigue sin ser ratificado, después de casi cuatro años; aunque es meridianamente claro que beneficiaría a ambas partes y evitaría, por ejemplo,  las sanciones comerciales que la Unión Europea intenta imponer a China, con aranceles a los coches eléctricos chinos, en contra de los intereses de los usuarios europeos y en contra del beneficio que el coche eléctrico aporta a los bolsillos europeos y a su medio ambiente.


Por esa “rivalidad sistémica” la Unión Europea no se adhiere al macro del proyecto de la Nueva Ruta de la Seda, que tantos beneficios nos reportaría, y presiona a los miembros díscolos que se han atrevido a adherirse, para que lo abandonen (como es el caso de Italia). Cuando son ya 152 países los adheridos al proyecto y están trabajando e invirtiendo en él.


Por esa “rivalidad sistémica” las Cumbres y encuentros de alto nivel Europa China están quedando en no mucho más que encuentros protocolarios.


 ¿“Rivalidad sistémica”, o “superioridad”?


Según nuestro diccionario, existe rivalidad sistémica cuando, entre dos contrincantes, uno intenta imponer al otro su supremacía, su sistema, o su punto de vista. En esa perspectiva, no es posible, ni correcto, hablar de rivalidad sistémica, cuando China no intenta imponer su sistema a Europa: Es Europa la que pretende imponer su sistema a China: “Como no aceptáis nuestro sistema de democracia liberal, dice el Parlamento Europeo o un sector importante del mismo, no podemos ratificar el Tratado de Inversiones, aunque esté firmado por ambos gobiernos”.


Pues, con todo respeto, señores miembros de mi Parlamento Europeo, eso no es “rivalidad sistémica”, sino “superioridad”, más o menos camuflada, porque “estamos convencidos” de que nuestro sistema es superior y todos los que quieran acordar algo con nosotros deben, previamente, aceptar nuestro sistema con todas sus consecuencias.


El mismo razonamiento se aplica a otras cuestiones, como el citado programa de la Nueva Ruta de la Seda: ¿cómo a va adherirse Europa a un proyecto global -por más interesante que sea- si está liderado por China, que no respeta los derechos humanos, según “nuestro sistema”?


¿Una misma vara de medir?


No parece lógico que, desde la civilizada y culta Europa y me considero un civilizado y culto europeo y la admiro, (críticamente, como me enseña mi cultura y civilización europea), no parece lógico que no analicemos nuestras diferencias. Es decir, antes de condenar, lo correcto sería que nos detuviésemos a analizar, pormenorizadamente, las diferencias entre nuestros dos sistemas, entre nuestras dos civilizaciones. Así me lo ha enseñado mi cultura europea.


Y hacerlo con respeto, porque, como cultos que somos, debemos saber que la civilización china empieza 1.500 años antes que la nuestra.


Y en pie de igualdad, sin ningún pedestal de superioridad. ¿Acaso los miembros de nuestro parlamento europeo, especialmente los que forman en él el “grupo de relaciones con China” no deberían actuar apoyándose en esta cultura europea de análisis, diálogo y respeto?


Y por otra parte, si el sistema chino nos impide ratificar acuerdos ya firmados, por la “rivalidad sistémica”, deberíamos, siendo consecuentes, paralizar todos los acuerdos que tenemos con Israel, Arabia Saudí, Irán...y otros 80 países que no siguen nuestra “sistema” por el que he empeñado toda mi vida, y lo digo sólo para que nadie se confunda. Si aplicamos la misma vara de medir hasta el extremo que lo hacemos con China, no podría existir ni la ONU, ni ningún otro organismo de encuentro o colaboración entre diferentes sistemas.


Podemos analizar las posibilidades de encuentro. Podemos analizar las posibilidades de encuentro


Creo que hay dos vías de encuentro y diálogo tranquilo, y a medio plazo, entre Europa y China. Subrayo lo del medio plazo, porque son tantas las ignorancias, estereotipos y  prejuicios que predominan en Europa, que todo eso no se superará más que a medio plazo, con muchos debates y mucho diálogo.


He repetido infinidad de veces, de palabra y por escrito que, en los 46 años que llevo dialogando con líderes chinos, encuentro en ellos más conocimiento y empatía con Europa y su civilización que en los líderes europeos respecto a China.


 Pero encuentro, también,  estas dos vías de aproximación:


1ª.- No veo tan profunda diferencia en nuestros sistemas económicos:

Europa, en los primeros decenios tras la II Guerra, por acuerdo entre los socialdemócratas y los cristianodemócratas, ante la amenaza de la URSS y la presión de los partidos comunistas europeos, consiguió construir un estado de bienestar sólido en beneficio de una gran parte de la ciudadanía. Es decir, un Estado con suficiente fuerza para regular los abusos de una economía de mercado desaforada. Es verdad que luego vino la revolución conservadora de Reagan Thatcher y Juan Pablo II y arrasó parte de lo conseguido y lo quiere seguir arrasando. Pero aún quedan los rescoldos de aquel gran avance social en Europa.


 Pues hoy en China rige “el socialismo de características chinas” que defiende un estado con capacidad para regular los desafueros del mercado “libre”.


¿No hay ahí elementos suficientes para un diálogo profundo entre nuestros dos sistemas? ¿Por qué no profundizar en este debate en lugar de distanciarnos por la supuesta “rivalidad sistémica"?  


      2ª.- Permítaseme, por razones de espacio, esbozar una posible aproximación entre nuestros sistemas políticos:

La filosofía europea de la Ilustración, recogiendo los valores de la revolución francesa, frente a los absolutismo de la Cristiandad, defiende al hombre en sociedad, con sus valores autónomos, resumidos en  el  principio de la razón práctica de Kant “no hagas a los demás que no quieras para ti”.


 La filosofía confuciana, 2.500 años antes, se centra en la persona humana, en una sociedad jerarquizada, con autonomía plena “frente a dioses” y “comportándote con los demás como contigo mismo”. Y esa filosofía, desde el siglo -II es el sustrato de la política en China.


¿No podemos encontrar, en el diálogo entre nuestras dos filosofías, elementos de encuentro, aproximación, incluso coincidencias que sustituyan al mantra falseado de la “rivalidad sistémica"?


Señores diputados de este mi Parlamento Europeo recién renovado, también con mi voto, ¿no podéis hacer un esfuerzo, desde la sólida cultura europea, para dialogar con China en profundidad, dejando atrás el mantra falseado de la “rivalidad sistémica”?


*Nota: Las ideas contenidas en las publicaciones de Cátedra China o de terceros son responsabilidad de sus autores, sin que reflejen necesariamente el pensamiento de esta Asociación.

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